Revolución de Mayo: Distintas visiones, proyectos y caminos...
Horacio Micucci
Se habla y se estudian distintas
revoluciones en el mundo, pero los argentinos no podemos eludir el estudio de
nuestra Revolución, para sacar conclusiones y experiencias.
Conviene hacer algunas reflexiones,
desde una visión patriótica y popular, sobre la Conmemoración del 25 de mayo.
¿Y porqué desde una visión patriótica y
popular?
Porque para hacer posible lo nacional
debe unirse a lo popular y lo democrático. Y lo popular y lo democrático no
puede realizarse sin la independencia nacional.
Reivindicamos el patriotismo como
nacionalismo de los países oprimidos, diametralmente opuesto al nacionalismo de
las potencias opresoras que se disputan el dominio y la rapiña del mundo.
Reivindicamos las posiciones patrióticas y populares porque sólo la fuerza
popular nos emancipará como Nación y nos independizará como país en el camino
en que el pueblo se libere a si mismo.
Y es bueno analizar este 25 de Mayo
teniendo como marco teórico referencial a esa posición porque desde nuestra
primera revolución hasta nuestros días no logramos superar una independencia
formal (cada vez más formal) que esconde una tremenda dependencia y sumisión
nacional: un país disputado y rapiñado por distintas potencias (desde
Inglaterra, EE.UU. u otras potencias europeas hasta Rusia y China en nuestros
días), con una parte de su territorio usurpado por el colonialismo británico.
A la vez, quedaron inmensas tareas
democráticas por realizar (es decir, hacer reales), desde la profunda reforma
agraria, que postulaba Artigas en su Estatuto de 1815 por ejemplo, pasando por
la mirada belgraniana de la agricultura y la industria, hasta la vigencia de
una democracia grande con formas de democracia directa y el establecimiento de
un federalismo efectivo. Porque la democracia de hoy ha sido reducida a un
convite periódico al sufragio para elegir gerentes que gestionan esta
dependencia y que sistemáticamente traicionan al Pueblo y a la Patria. Y
subordinan a las provincias.
Nuestra Revolución quedó inconclusa.
Hemos escuchado hablar por décadas del
"progreso" puesto de manifiesto por cifras de una supuesta
"macroeconomía". Pero esas cifras son, en realidad, las cuentas del
enriquecimiento obsceno de los beneficiarios de la entrega y del
empobrecimiento inaudito de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro
suelo. Se nos habló de una supuesta teoría del "derrame" por el cual
había que permitir ese enriquecimiento para que las sobras del banquete cayeran
sobre los más pobres, pero esto nunca ocurrió. Sólo asistimos a la existencia
de una minoría, cada vez más opulenta y poderosa, frente a una mayoría
creciente de pobres cada más pobres.
Recientes palabras del Papa Francisco
reflejan esta situación: "Mientras que el ingreso de una
minoría está creciendo exponencialmente, el de la mayoría se está
desplomando"
Y ha sido un drama, muchas veces
provocado, la separación de la cuestión democrática y la patriótica. En lo más
profundo de nuestra historia se entrelazan estas banderas patrióticas y
populares. Juntas mostraron la salida en encrucijadas claves escribiendo las
mejores páginas de nuestra vida como Nación.
Y en Mayo es difícil separarlas. ¿Qué
eran Belgrano y San Martín? ¿Patriotas o demócratas?. Eran ambas cosas a la
vez, de manera inseparable.
Reconquistar el patrimonio nacional,
establecer la soberanía popular, garantizar la independencia argentina, hacer
efectivos los derechos del pueblo a la libertad, la salud, la alimentación, el
trabajo y la tierra para el trabajo y la vivienda y no para la renta y la
especulación, exigen esa unidad inseparable de lo patriótico y lo popular.
Es que el movimiento patriótico
nacional y el movimiento democrático popular también están unidos por las
reivindicaciones del Pueblo y de la Patria que no han sido logradas y que sólo
se podrán lograr en conjunto ya que son derechos inseparables.
Es posible, entonces, un amplio
movimiento patriótico y democrático popular que una a las fuerzas del trabajo,
a los productores del campo, al empresariado y el comercio nacionales; a
profesionales, científicos, artistas e intelectuales consustanciados con el
pueblo y la patria; a religiosos sensibles a la situación de los carenciados, y
a los militares patriotas y democráticos. Este amplio movimiento será capaz de
abrir una nueva huella para llevarnos a nuestra segunda y definitiva
independencia.
Y, ya en la cuestión de la Revolución
de Mayo que conmemoramos, cabe la pregunta:
¿Qué se debate en el transcurso de esta
conmemoración?
Se abre un gran debate histórico. Y no
es neutro ese debate.
Se disputan proyectos políticos
futuros, en lo que se destaca y en lo que se secundariza u oculta.
En ciencias sociales no hay
imparcialidad. Nosotros tomamos partido por nuestra Patria sometida y por los
humillados y vilipendiados de ella y eso nos permite buscar la verdad porque
los oprimidos y los sometidos son los que están interesados en desnudar las
mentiras del sistema opresor y sus administradores de turno.
Hace tiempo George Orwell escribió: “Quién controla el pasado controla el
futuro y quién controla el presente controla el pasado”.
Parece pertinente disputarle a quienes
controlan el presente el control del pasado para recuperar el futuro de nuestro
Pueblo y nuestra Patria.
No nos referimos sólo al actual
gobierno sino, más en general, a los sectores económicos y sociales que han
sido causantes y beneficiarios históricos de las políticas de hambre, entrega y
sumisión nacional. Y otra vez las palabras del Papa Francisco: “La política se ocupa de finanzas y de bancos, no de los que
tienen hambre. No interesa si la gente no tiene nada”.
Se confrontan dos visiones.
En concreto: dos visiones fundamentales
confrontan.
Una visión es la oficial, expresada en
el grupo gobernante (disfrazado de progresista) pero también en
“alternativas” que ofrecen otras variantes para la violación de los derechos
del pueblo, la dependencia y la sumisión nacional en favor de otros bloques de
beneficiarios nativos y potencias imperialistas.
¿En que consiste esta visión?
Cuando, diez años antes del primer
centenario, Roca redujo el Himno, resumió esa posición.
Eliminó todo aquello que lo convertía
en una proclama de libertad e independencia, que reconocía antecedentes en
luchas anticoloniales y antifeudales, en las sublevaciones de los originarios y
en las de otros pueblos hermanos. Pulverizó todo aquello que hacía de ese himno
un programa de independencia. Aniquiló toda exaltación del sacrificio
revolucionario en esa Revolución.
¿Por qué? Porque eso era necesario como
muestra de sumisión y vasallaje a los poderosos de la época. Era necesario para
mostrar una Argentina integrada.
Pero, ¿integrada con que papel?
El de un país dependiente. Formalmente
independiente, pero dependiente.
Y no es algo abstracto la dependencia.
Se expresa en perjuicios a los derechos de hombres concretos.
Se expresa en la extranjerización de
más de la mitad de la tierra cultivable y en la persistencia del latifundio
denunciado hace diez años por la Iglesia y por la Federación Agraria. Y, como
consecuencia, en impedir el acceso a la tierra a los que la quieren para el
trabajo y la vivienda y no para la especulación y en una renta que se carga a
toda la Nación. Se expresa en la falta de tierra para trabajarla y vivir en
ella.
Se expresa en la pesca depredatoria que
es hambre presente y futura,
Se expresa en la entrega de nuestro
petróleo, materia prima valiosa pero, más aún, material estratégico para
nuestra defensa nacional, como lo advirtiera el General Mosconi.
Se expresa en la megaminería
contaminante, que se lleva todo y no deja más que destrucción; minería a la que
protege el actual turno gobernante. Es entrega de los ferrocarriles y son
pueblos desiertos.
Se expresa en los perjuicios que sufren
los verdaderos productores del campo.
Se expresa en una desocupación que
produce una estructura antiindustrial nacional que primariza cada vez más
nuestra economía, que destruye al pequeño comerciante y a las PYME.
Se expresa en la falta dineros y
proyectos para salud y educación que se gastan en el pago de deudas usurarias,
ilegítimas y fraudulentas.
Se expresa en las inundaciones, en
Cromagnon, en la masacre de Once.
No es algo abstracto la dependencia. Es
hambre, miseria, vida indigna. Son niños de futuro destruido. Dependencia
significa provincias “inviables” y vidas “invivibles”. Y significa, también, el
rebrote de un extremismo unitario y sojuzgador en el trato con las provincias.
Gobiernos de distintos colores
mantuvieron esa visión. El actual también.
¿Cómo destacar el sacrificio de
Belgrano y tantos otros ante el enriquecimiento obsceno que muestran muchos
protagonistas políticos actuales?. Enriquecimiento que no es sólo personal sino
es la utilización del Estado para conformar un grupo económico que detenta
alrededor del 7% del PBI argentino y que ha venido para quedarse, más allá de
su permanencia en el gobierno, por medios “legales” o ilegales.
¿Cómo reivindicar a los pueblos
originarios si gobernantes amigos del grupo gobernante practican un genocidio
despiadado y continuado, a la luz del día, con el pueblo Qom?.
¿Cómo reivindicar una Defensa Nacional
Popular Integrada e Integral cuando se sume a la Argentina en la indefensión o
cuándo se ha destruido la Industria para la Defensa?
La respuesta a estos interrogantes es
clara: o se oculta la historia, deformándola, o se apela al doble discurso al
que es tan afecto el actual gobierno. Se falsean los datos del presente y,
también, los del pasado.
Y para eso también tuvieron que retocar
la historia.
Para que pase la primera visión
tuvieron que deformar la verdadera historia.
Tuvieron que ocultar hechos (como el
formidable protagonismo popular), tuvieron que hacer desaparecer próceres (como
Artigas y Andresito), tuvieron que convertir a los patriotas en figuritas
irreales e inofensivas o sencillamente calumniarlos. Pretenden esconder el papel
como militar de Manuel Belgrano (reduciéndolo a Doctor). Tuvieron que esconder
que la Patria se hizo con desobediencias como las de Belgrano al izar la
bandera sin autorización o al negarse a abandonar el Norte o como las de San
Martín que desobedeció la orden de participar en las luchas fratricidas.
Desobediencias debidas y no obediencias debidas.
Como dice el documento fundacional del
Foro Patriótico y Popular:
“A la entrega y la sumisión nacional ha
ido unido, como la sombra al cuerpo, el desconocimiento de nuestras gestas
históricas de independencia nacional y por romper las cadenas de la opresión
social. El olvido lento, seguro y programado de la Reconquista y la Defensa de
1806 y 1807, que fueron pasos previos ineludibles del 25 de mayo de 1810 y el 9
de julio de 1816, la heroica Guerra de emancipación nacional, junto a los
pueblos hermanos de Latinoamérica; las grandes rebeliones y alzamientos
populares que enfrentaron al poder oligárquico en pos de conquistas sociales o
políticas; la desmalvinización, iniciada por el propio “Proceso” y continuada
por los gobiernos posteriores.
Todo intento de sublevarse ante la
prepotencia de los poderosos del mundo y sus socios oligárquicos, es presentado
como una obra de utópicos por los publicistas del sistema y la historia
oficial. Vacían así nuestra verdadera historia para poder afirmar que la
sumisión y la conciliación son la respuesta “racional” frente al nuevo orden
globalizador. Se nos dijo, entonces, que vivíamos en una “aldea global” de
países interdependientes. Se nos quiso ocultar que hay un puñado de potencias
“globalizadoras”, y una mayoría de países expoliados por aquellos: Argentina es
hoy, más que nunca en su historia, una presa disputada, desgarrada, por esas
potencias opresoras.
Se niega abiertamente que sea posible un
proyecto de Argentina independiente en el contexto mundial actual. Se sostiene
que sólo es posible establecer algunas pocas “limitaciones” a la subordinación
global.”
Está todo dicho en ese texto.
Entonces hay otra visión de nuestro
futuro y de nuestro presente.
Esta otra visión, patriótica y
democrático-popular ve a la Argentina como parte de los países que luchan por
su independencia, las naciones que luchan por su emancipación y los pueblos que
luchan por su liberación, en un mundo donde un puñado de países opresores,
países bandoleros, oprimen a la mayoría; un mundo multipolar de potencias
imperialistas, no sólo yanquis, no sólo ingleses, también otros imperios
europeos, también Rusia, y también la China, que cada día penetra más en
nuestro país.
Esta otra visión rescata la consigna de
los patriotas de Mayo: “Ni amo viejo ni amo nuevo, ningún amo”. O el genial agregado del diputado Medrano a la Declaración
de la Independencia: “independientes de los Reyes de España,
sucesores y Metrópoli y de toda otra dominación extranjera.”. Agregado valiente en un mundo
dominado por la Santa Alianza que Beethoven, partidario de la revolución,
describía diciendo “no se ve ninguna luz en ninguna parte.”
Un mundo que era más difícil que el de
ahora, donde empiezan a brillar luces. Luces que ocultan quienes están
interesados en recalcar que sólo es posible ser dependientes porque se
benefician con la dependencia. Sólo discrepan en quien se lleva la mejor
tajada.
En síntesis estas dos visiones encierran
dos proyectos de Argentina.
Cada visión tiene un proyecto de
Argentina.
Uno es un proyecto de Argentina
dependiente.
El otro proyecto es el de una Argentina
que se ponga de pié, soberana, de democracia real, democracia grande. Donde los
derechos no sean letra muerta, donde la voluntad popular se respete, y donde
cada elección no sea, como ahora, una cadena de engaños.
A esta última visión, y al proyecto que
implica, le interesa conocer la verdad histórica.
Y aprender de ella. De nuestra última
gran revolución.
Y allí entramos en el debate de qué fue
la Revolución de Mayo. Qué fue, qué enseñanzas nos deja, dónde ganamos y dónde
perdimos y porqué.
Podríamos citar, entrando en la
Revolución de Mayo, una frase de Bernardo de Monteagudo: “Sin la historia, que es escuela común del género humano, los
hombres desnudos de experiencia, y usando sólo de las adquisiciones de la edad
en que viven, andarían inciertos de errores en errores”.
Y en cómo fue la Revolución, en las
enseñanzas a extraer, hay también un debate de proyecto de país.
Algunos dicen, por ejemplo, que la
Revolución de Mayo tuvo un núcleo intelectual sin pueblo. No hubo pueblo y
significó el paso de un tipo de globalización a otro tipo de globalización. ¿No
eran pueblo más de siete mil milicianos armados que elegían por votación a sus
jefes y que constituyeron la fuerza militar de la Revolución? ¿No eran pueblo
las decenas de miles de originarios que combatieron en las sublevaciones de
Túpac Amaru y Túpac Catari? ¿No eran pueblo los que integraron los ejércitos
patrios que hicieron la guerra que se prolongaría hasta los campos de Ayacucho
en 1824 y Tumusla en 1925? ¿No eran pueblo los sublevados de La Paz que,
parafraseando al patriota Murillo, encendieron una tea que no se apagaría
jamás? ¿No eran pueblo los campesinos de Güemes y la Guerra de las
Republiquetas del Alto Perú?. Interesada versión que intenta ocultar la
participación popular para justificar que sólo podremos “renegociar” nuestra
dependencia. Versión de los que dicen que la independencia es cosa folklórica
del pasado o paradigma caído para siempre.
Otros dicen que no fue una revolución.
Que sólo se ocupó el vacío de poder creado por la prisión del monarca español.
Sin embargo, la Revolución de Mayo de 1810 no fue un relámpago en cielo sereno
ni un mero resultado de la invasión de España por los ejércitos franceses de
Napoleón, aunque esto facilitara el accionar de los revolucionarios aquí, en la
llamada Hispanoamérica. Hay una relación entre las condiciones externas y las
internas, pero lo esencial es lo interno. Como en la metáfora del huevo y la
piedra, si se incuba un huevo a 37 grados al tiempo saldrá un pollito pero si
se incuba una piedra eso no ocurrirá. Esto es así porque son los factores
internos del huevo, que no tiene la piedra, los esenciales.
Otra versión, la más difundida, muestra
un cabildo y gente expectante con paraguas. Aquí tampoco hubo revolución. El
pueblo pasivo, esperaba saber de que se trataba. Versión de los que quieren a
los pueblos lejos de las calles. En su formato para escolares aparecen
“negritos” vendiendo empanadas y señores de galera con paraguas.
Las versiones de la dependencia y la
sumisión nacional ocultan a tres de las cuatro vertientes de Mayo.
Las tres vertientes escondidas
La primera vertiente, la esencial, es
el pueblo alzado en armas en defensa de la Patria que constituiría la parte
principal de los ejércitos patrios. Ese pueblo armado que se unió y fue la
fuerza principal en el rechazo de las invasiones inglesas. Pueblo que se organizó
en milicias que agruparon miles de hombres entre los que había criollos,
negros, mestizos, etc. además de españoles. Pueblo que también integraban los
pueblos originarios de las pampas que ofrecieron sus lanzas. Pueblo que,
después de vencer a los ingleses, en un proceso que fue de 1807 a1809 desarmó a los cuerpos de
milicias partidarios de la continuidad colonial, quedando así las milicias que
iban a ser la columna vertebral que posibilitó aquel 25 de Mayo. Pueblo que
además incluía a los chisperos de French y Berutti dispuestos a actuar a una
señal de Belgrano. Pueblo que después iba a constituir los ejércitos que
actuaron en aquella guerra prolongada que duraría hasta 1824
Pueblo que también incluía a
originarios como Andresito, combatiente en la expedición a Paraguay bajo las
órdenes de Belgrano y luego segundo jefe de Artigas.
La segunda vertiente fue el núcleo de
revolucionarios cuyas ideas avanzadas eran el corazón de la Revolución. Algunos
como Belgrano, abogado y economista de prestigio, conocedor profundo de las
nuevas ideas que bullían en Europa, intelectual que podía haber tenido un
futuro venturoso en el régimen colonial pero que no vaciló en perder todo,
muriendo en la pobreza y en el abandono, por su entrega a la causa
revolucionaria. Otros como Moreno que en su tesis doctoral en Chuquisaca ya
denunciaba la explotación de los originarios en la mita y el yanaconazgo, o
como Monteagudo participe de la sublevación de La Paz o Castelli, primo de
Belgrano. Es decir todos vinculados a las nuevas ideas y a las sublevaciones
del norte altoperuano. Ese núcleo, con distintas variantes supo estar en el
frente único antiinglés que incluía a bonapartistas como Liniers y españolistas
como Álzaga, que también supo aproximarse a su objetivo designando como Virrey
a Liniers (de simpatías bonapartistas) y que, disputando la hegemonía en ese
frente, lograron entre 1807 a 1810 desarmar a los regimientos
españoles partidarios de la continuidad colonial para constituir la fuerza
militar propia. Intelectuales que tenían clara la necesidad de la conducción de
esa fuerza militar naciente. ¿Qué otra cosa significaba que Belgrano se
presentara a las elecciones para dirigir el Regimiento Patricios, elecciones
que perdió frente al comerciante Cornelio Saavedra, al comerciante Romero y al
militar de carrera Urien?. Intelectuales que fueron parte de esa multisectorial
que unió en el Cabildo del 25 de mayo a hombres y fuerzas de diferentes
vertientes de pensamiento y distintos sectores sociales, como se expresó en la
Primera Junta patria reuniendo a quienes se definían como el "partido
revolucionario" como Moreno, Castelli, Belgrano, comerciantes como
Saavedra y Matheu, religiosos como Alberti y militares como Azcuénaga.
Supieron ver las unidades necesarias
para cada momento necesario.
Por último la tercera vertiente era la
que provenía de la fractura del viejo ejército colonial. Militares que
provenían del aparato militar colapsado ante las invasiones inglesas. Militares
que eran parte de un ejército fracturado en Europa donde habían surgido los que
estaban dispuestos defender España frente a Napoleón, ilusionados con un
Fernando VII, al que imaginaban constitucionalista. Militares españoles que
tampoco habían vacilado en unirse al pueblo español sublevado representado, entre
otros, por Juan Martín Díaz El Empecinado, ese hijo de panaderos alzado en
armas indignado por la violación de unas jóvenes por los soldados franceses y
que llegó a dirigir una división de diez mil hombres que destruyó la logística
napoleónica y que cuando volvió Fernando VII le exigió una constitución, siendo
primero confinado y luego ejecutado por ello. Ejército, conmovido por las
nuevas ideas y la lucha contra el invasor napoleónico, donde se formaron San
Martín y Matías Zapiola, segundo Jefe de Granaderos a Caballo posteriormente. Y
que tenía en el Regimiento Fixo de Buenos Aires a Miguel de Azcuénaga y a ese
español que luchó hasta las últimas batallas de la Independencia, el General de
los Pueblos Antonio Álvarez de Arenales. Y que tuvo a Güemes, reclutado desde
los 14 años, en la delegación militar de Salta. O a Artigas del Regimiento de
Blandengues.
Un debate hacia el futuro
Pero también, y muy importante, es
investigar las causas que hicieron que la revolución quedara inconclusa, que no
completara sus tareas democráticas (como la reforma agraria) y tampoco sus
tareas patrióticas posibilitando que la independencia se transformara en una
nueva dependencia, por la perdida de la hegemonía del proceso en manos de una
cuarta vertiente: aquellos que sólo querían la independencia formal conservando
los privilegios del sistema, opuestos al protagonismo popular porque
significaba la lucha sin claudicaciones contra sus intereses mezquinos.
La Revolución de Mayo terminó con la
colonia pero no completó las tareas democráticas (agrarias), y esto llevó a una
revolución inconclusa.
Esto es lo que creemos que está en
debate: Qué proyecto de país, qué tipo de cambios hay que realizar, cuál es la
revolución necesaria y por lo tanto posible. Qué caminos posibles para
lograrlo, rescatando las formas de confluencia entre lo patriótico y lo
popular. Qué ejemplos de protagonismo popular podemos rescatar de nuestro
pasado, comprendiendo que la independencia nacional es condición para que se
hagan efectivos los derechos del pueblo y recordando siempre que la
independencia nacional frente a enemigos poderosos no se logrará sin ese
protagonismo popular, que es condición para que el proceso revolucionario se
complete hasta sus últimas tareas.
Es hora de unidades Patrióticas y
Populares que superen las rutas trilladas y abran nuevos caminos, nuevas
huellas, en todos los terrenos.
Hoy esa unidad imprescindible no puede
eludir la elección de un camino que haga que la terrible crisis económica
internacional que se refleja en Argentina deje de pagarla el Pueblo y la
Patria.
Para eso hace falta debate público por
esa unidad y por un programa, postergando ambiciones personales.
Está en juego la verdadera Nación
corporizada en la mujer y el hombre argentinos.
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