Dentro
de mil años, los que estudien nuestro tiempo seguramente dirán: ¡que época tan
extraña!. En lugar de ser un placer, estudiar era casi un castigo, una carrera
de obstáculos para los pocos que llegaban a la Universidad…
El
estudio no era un derecho inalienable de los seres humanos, se ponían toda
clase de obstáculos a los estudiantes. Obstáculos económicos, geográficos,
culturales, pedagógicos.
No
se promovía el estudio y la investigación, necesario para la independencia
nacional y el bienestar del las personas, sino que se lo desanimaba…
La
pedagogía partía de las ideas y no de la práctica…
Los
que debían trabajar (la mayoría) no podían o les era difícil estudiar. Debían
viajar lejos para formarse, muchas veces alejarse de su familia y de su terruño
en lugar de arraigarse en el lugar que los vio nacer para entregar el fruto de
sus conocimientos nuevos allí...
Los
que abandonaban el estudio, por las dificultades, eran culpados por ello y se
los llamaba “desertores del sistema educativo”, en lugar de llamarlos como lo
que en realidad eran: EXPULSADOS DEL SISTEMA EDUCATIVO.
Analizando
esa expulsión los sesudos gobernantes del sistema educativo los culpaban de la
expulsión… por vagos.
¡Las
víctimas eran transformadas en culpables!
Dirán
los historiadores del futuro: Era el reino del revés… “Me
dijeron que en el Reino del Revés nada el pájaro y vuela el pez, que los gatos
no hacen miau y dicen "yes" porque estudian mucho inglés.”.
Cuento contado a mis hijas, casi como un cuento antes de
dormir, cuando eran pequeñas, hace algunas décadas…
¡Nada ha cambiado!
La educación es
un derecho inalienable del ser humano.
El conocimiento
debiera ser un placer.
Las teorías
debieran partir de la Práctica y tener como único criterio de verdad la
capacidad de transformar la realidad, en la Práctica y no la coherencia del
"relato" o del método.
La foto muestra
el criterio pedagógico de los "teóricos" del sistema.
En la Argentina,
además, con malos libros o fotocopias de teóricos baratos. “Teóricos” que dicen
frases altisonantes. Parafraseando a Federico Engels: “ruido a latón
trascendental”.
Mucho “verso”,
mucha “memoria” y... mucha desvinculación con la realidad y sus necesidades.