viernes, 21 de marzo de 2014

DOS NOTAS: ¿A DÓNDE VA EL DINERO QUE DICEN QUE NO HAY?

La nueva “bicicleta financiera” o ¿dónde está el dinero que dicen que no está para darle aumento a los docentes?

Fecha: 19/03/2014
El Mangrullo Argentino

Tras la brusca devaluación del peso argentino subiendo el dólar de 6,8 pesos a 8 y el aumento de las tasas de interés por el Banco Central, de 16% a 28-30% anual, el ministro Kicillof se reunió con los máximos ejecutivos de los bancos de las potencias que nos rapiñan en el país, nucleados en la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), para lograr que vendan parte de los dólares que tienen depositados y así frenar, aunque sea temporalmente, el aumento de su precio.
El negocio financiero que Kicillof acordó con los bancos, al igual que con las exportadoras de cereales, es que vendan al Banco Central parte de los dólares disponibles (ahora con el dólar aumentado a 8 pesos), y que inviertan los pesos así obtenidos en letras del mismo Banco Central que rinden el 30% anual, contratando a su vez un seguro de cambio por el que pagan 14%.
Un ejemplo: cada 100 dólares obtendrán 800 pesos pagando un seguro de cambio a futuro que les costará 112 pesos (14 dólares). Ponen los 800 pesos en letras del Banco Central que rinden 30% anual o sea 240 pesos. Resultado neto ($240-$112= $128=16 dólares). Vuelven a cambiar los pesos a dólares a $ 8.- por el seguro de cambio y obtienen, en total con la ganancia, U$A 116.
Es decir, ganando un 16% limpio en dólares: una tasa que ni comprando títulos soberanos de Ucrania podrían conseguir, cuyos bonos llegaron la semana pasada a un “extravagante” -para el mercado internacional- 10,3% anual, aunque todavía resulta menor a la tasa efectiva del 10,4% que se le garantiza a Repsol por el reciente acuerdo.
A su vez, para evitar cornadas entre ellos o de parte de los bancos “argentinos”, Kicillof acordó una reglamentación que pusiera a todos en iguales condiciones. Así, el Banco Central emitió una circular que obliga a todos los bancos (incluidos los del Estado) a reducir sus tenencias de divisas en efectivo o bonos en dólares al 30% de su patrimonio.
Con esos dólares de los bancos –y los de las exportadoras– a un precio en torno a los 8 pesos por dólar, el gobierno ha logrado estabilizar el mercado cambiario, aunque sea por unos pocos meses. Y esos especuladores tienen aseguradas, en relación al mismo, una tasa positiva fabulosa.
¿Qué esto puede durar poco por el déficit que provocará al Banco Central (el llamado déficit cuasi-fiscal) y por la política inflacionaria que sigue el gobierno para licuar sus deudas, los salarios y jubilaciones, planes para desocupados, asignaciones por hijo, etc.? Bueno, para eso están las coberturas, seguros de cambio o contratos de dólares a futuro, que el gobierno abarató con la circular del Banco Central.
De esta manera el mercado financiero local a vuelto a la tradicional bicicleta, que los mayores conocimos en épocas como las de la “plata dulce” de fines de la dictadura militar (con Martínez de Hoz y Sigaut) o a fines del gobierno de Alfonsín (con Sourrouille y Machinea). Se venden dólares spot (hoy) y se compran a futuro. Mientras tanto, los pesos se colocan a tasas que rondan en el 30% en notas y letras del Banco Central (Nobac y Lebac) o a tasas superiores en el mercado privado.
Por el momento, los bancos y financieras están haciendo un negocio fenomenal que permite al gobierno mantener el dólar por debajo de los 8 pesos, aunque ninguno crea que eso pueda durar mucho tiempo. Esto último también se refleja en el hecho de que, pese al ingreso de los dólares de los bancos y de las exportadoras, apenas se ha detenido la pérdida de reservas del Banco Central (no se han incrementado) y el dólar paralelo se mueve en un serrucho en torno a los 11 pesos, más que nada por la absorción de la liquidez por el Banco Central y las ventas a particulares del “dólar ahorro”.
La madre del borrego
La bicicleta financiera que ha montado el gobierno, devaluando el peso y aumentando las tasas de interés, en acuerdo con las cerealeras y los bancos de los monopolios imperialistas en el país, implica una fenomenal redistribución de ingresos a favor de los mismos. Esas superganancias no surgen de la nada sino de una reducción de los ingresos de los trabajadores y de la producción nacional.
Es decir, para poder pagar esas ganancias, que vacían las reservas argentinas, el dinero debe salir de algún lado. Entonces sale de lo que no se les aumenta a los trabajadores, a los docentes, a los jubilados, de las reducciones de fondos destinados a la educación y la salud, de las obras en beneficio de la población que no se hacen, de la presión impositiva para los productores de la ciudad y el campo y a los pequeños comerciantes, etc.
De ahí que las variables de ajuste de la “nueva” política kirchnerista sean los salarios y demás ingresos de los trabajadores y el elevado costo del crédito, con el consiguiente freno a la actividad económica. En tanto mantiene la política inflacionaria de “echarle agua a la sopa” de manera tal que los monopolios y bancos imperialistas se puedan apropiar del puchero y a los trabajadores y la producción nacional les quede el caldo diluido.
Por eso quieren que, en las paritarias, los sueldos no se recuperen.
Por eso no quieren pagarle a los docentes lo que se merecen.
Por eso tratan de enfrentar a los docentes con los padres de los alumnos.
Por eso les pagan tan poco a los jubilados.
Para que el pueblo pague la crisis y que la Nación (indefensa) siga siendo esquilmada...
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Las "cuevas", gran caja del poder en el país (FRAGMENTO)

Por Carlos Pagni | LA NACION

La decisión de Oyarbide levantó polvareda; el arco opositor pidió su juicio político y sus superiores de la Cámara Federal enviaron un sumario al Consejo de la Magistratura. Foto: Archivo
Al confesar que suspendió un allanamiento a pedido de Carlos Liuzzi, álter ego de Carlos Zannini, el juez Norberto Oyarbide provocó otro escándalo alrededor de una financiera sospechosa. Los pormenores del affaire Propyme son tan escabrosos que ayudan a olvidar el cuadro general en el que se inscriben: una amplia red de prestaciones cruzadas entre la clase política y el submundo del dinero que sirve de soporte a otros negocios irregulares. Entre ellos, el narcotráfico.
Propyme es un eslabón más en una cadena conocida. Las parvas de efectivo que generaba Lázaro Báez se pesaban en SGI, la "cueva" que el contador Daniel Pérez Gadín le arrebató a Federico Elaskar y que fue rebautizada, con desparpajo, La Rosadita. Los recursos que circulaban alrededor de Sueños Compartidos, el programa social de viviendas que administraban Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender, se canalizaron a través de una sociedad similar: Cooperativa Monetización, del prestamista Fernando Caparroz.
Y en la urdimbre que vincula a Amado Boudou, José María Núñez Carmona y Alejandro Vandenbroele con la imprenta Ciccone hay una caja oscura llamada The Old Fund. En la protohistoria del kirchnerismo, cuando se ventilaron los sobreprecios en la construcción de gasoductos -el "caso Skanska"- aparecieron fábricas de facturas apócrifas para enmascarar el pago de comisiones.
Estas sociedades forman parte de un inframundo por el que circula la plata negra de la corrupción pública y a través del cual se comprende, de manera cada vez más clara, el funcionamiento del país. Las "cuevas" ofrecen sus servicios a los funcionarios que quieren percibir los sobornos que han pactado. Es muy habitual que los contratistas del Estado, sobre todo los de obra pública, sufran demoras exasperantes para cobrar sus certificados. Cuando lo logran, reciben cheques posdatados con la indicación de la financiera donde pueden cambiarlos por efectivo, con una tasa de descuento. Esa tasa no corresponde al riesgo de incobrabilidad del cheque. El "cuevero" sabe que se lo van a pagar. Lo que cobra con la tasa es la coima del funcionario que le envió el cliente.
Los proveedores del sector público integran sólo uno de los grupos que recurren a las "cuevas". Cualquier pyme con dificultades para que un banco la financie termina descontando los cheques en esas casas marginales con un costo que puede ir del 70 al 100% anual. Para evitar obvios problemas de reputación, muchas entidades conocidas han constituido sociedades paralelas que operan en ese mercado sombrío.
Es el mismo régimen oficial el que arroja a la informalidad a muchas empresas medianas y pequeñas. Para advertirlo basta comparar los requisitos que existen en la Argentina para abrir una cuenta corriente con los de cualquier otro país. Sin mencionar la extraordinaria presión impositiva que lleva a muchísimas sociedades a evadir una parte de su actividad para evitar la bancarrota. Ese margen "negro", tan extendido, se opera a través de las cuevas. De modo que las asfixiantes regulaciones del sector formal amplían más y más el informal.
Estas delicias del "proyecto nacional y popular" se vuelven dramáticas entre los más débiles. Al margen de las financieras reguladas por el Banco Central, existe una enorme cantidad de mutuales que otorgan créditos a empleados y jubilados. A esos desahuciados se les descuentan los préstamos con un código del recibo de sueldo. Pagan tasas a menudo usurarias. En algunos casos pueden superar el 100% anual. Propyme nació como una mutual de ese tipo. En la misma dirección de La Rosadita funcionaba La Única, que movía más fondos que la propia "cueva" de Elaskar. Este sector debería ser controlado por el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), que preside Patricio Griffin, un amigo personal de Alicia Kirchner. Antes lo condujo Norberto Bener, de La Cámpora. Paladines de la inclusión social.