lunes, 12 de noviembre de 2012

Un paralelo entre dos reaccionarios: Javier de Elío y Carlos Kunkel


Un paralelo entre dos reaccionarios: Javier de Elío y Carlos Kunkel

de Eduardo Mariano Lualdi, 11 de noviembre de 2012

"Por la vía de la criminalización de la protesta, emprendió el diputado Carlos Kunkel, al conjeturar que los protagonistas del 8N habrían incurrido en el delito de sedición. Sorprendido, su entrevistador quiso saber en qué basaba tamaña afirmación. Y Kunkel contestó: “No lo digo yo. Lo dice la Constitución. El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”.(Susana Viau, Clarín, 10 de noviembre de 2012).
Kunkel va a la esencia de los fenómenos que se vienen sucediendo en la sociedad argentina en las últimas semanas y que llevan la impronta de los días convulsionados de diciembre de 2001. Se refiere a las prácticas que aproximan a la democracia directa, la democracia grande donde el pueblo muta en protagonista decisorio de su propia historia. La movilización popular y la movilización popular elevada a la pueblada, es un modo político propio del pueblo argentino para imponer un rumbo diferente a la historia. Es por esa vía que el pueblo supo imponer su propio derrotero y constituyó la esencia del proceso que coaguló el 25 de mayo de 1810. Y fue por esa vía también que dio nacimiento al proceso del Gral. Perón el 17 de octubre de 1945, y que tan afanosamente procura destruir el kirchnerato.
En prácticas que aproximan a formas de democracia directa se inscribe el cacerolazo del 13 de septiembre, las formas asamblearias de la rebelión de Gendarmes y Prefectos y el 8 de noviembre con el nuevo cacerolazo. El pueblo demuestra que  delibera al margen de “sus representantes”.Justamente esta era una de las cuestiones de la “gran política” que los Kirchner se comprometieron a resolver cuando Duhalde los catapultó a la presidencia con la bendición de Héctor Magnetto y el grupo Clarín en mayo de 2003. En aquellos conciliábulos de las minorías gobernantes, los Kirchner se comprometieron, además, a reconstruir el Estado resquebrajado como producto de la rebelión popular de fines del 2001 y a pagar la deuda externa argentina, de allí su “progresista” política de “desendeudamiento” que el juez Griesa de Nueva York se está ocupando de hacer jirones con sus fallos.
Kunkel como buen reaccionario, tiene espanto profundo de este fenómeno que encuentra sus raíces en el nacimiento de la Patria. Así fue en 1806 y 1807: el pueblo, abandonado por sus dirigentes políticos y traicionado por sus jefes militares que fueron en masa a jurar fidelidad a Su Majestad la Reina de Inglaterra, se autoconvocó –se diría en la actualidad- y se constituyó en Ejército ciudadano. Dijo Matheu: “Los oficiales dispersos de los Ejércitos de tierra y los oficiales dispersos de los Ejércitos de Mar, se unieron al pueblo y constituyeron un ejercito ciudadano”; dos insurrecciones derrotaron en 1806 y en 1807 a la primera potencia mundial de entonces: Inglaterra.
Como producto del protagonismo insurreccional del pueblo, nacieron los ejércitos patrios que se lanzarían a la epopeya continental de la emancipación americana, y aquella revolución imaginada por Belgrano para la segunda década del siglo XIX, se precipitó, también por factores externos, para los primeros meses de 1810, cuando las noticias de Europa terminaron de fermentar el largo trabajo del Partido de la Independencia, fundado por Castelli en 1802.
Los Regimientos de Arribeños, Blandengues, Pardos y Morenos y especialmente los Patricios, se conformaron con soldados bisoños llenos de entusiasmo, que eligieron a sus oficiales por voto directo y estos a sus mandos superiores; tanto Saavedra como Belgrano así fueron elegidos; y cuando el fugado virrey Sobremonte quiso retomar el gobierno, una verdadera asamblea popular ciudadana se autoconvocó en la Plaza de la Victoria, y impuso a Liniers como nuevo gobernante. Javier de Elío entonces desde la Banda Oriental, una especie de Kunkel del siglo XIX, habrá argumentado como Kunkel: “No señores, el pueblo no delibera ni gobierno sino a través de Su Majestad el rey de España”. Pero el proceso libertario era a esa altura indetenible y pueblo, milicias y Ejército patrio, se impusieron entre el 21 y el 25 de Mayo derrocando al Virrey Cisneros, y alumbrado con un nuevo sol la historia suramericana, ahogada en sangre no hacía más que un año, en la abortada revolución del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca.

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