En el día del Padre...
Para los padres que se reencontraron con sus hijos...Para los hijos que se reencontraron con sus padres...Y, muy especialmente, para los que no lo lograron y los conservan en algún lugar del corazón o de la memoria...
Horacio Micucci
No importan los detalles.
El General Mariano Necochea
fue un héroe de la Independencia Argentina.
Fue uno más de esos jóvenes
que se enrolaron en los ejércitos nacientes de la Emancipación, y a quien la
larga guerra de la Independencia obligó a dejar familia, seres queridos, una
hija... Como tantos otros hombres comunes que son los que escriben con sus
actos la historia, y de los cuales se suele olvidar, convirtiéndolos en bronce
o en mármol, que eran eso: hombres de carne y hueso, con fortalezas... y con
debilidades a las cuales vencer...
Se los convierte en frío
bronce a lo mejor para honrarlos...
O, tal vez en algunos
malintencionados, para convertirlos en “utopías” inexistentes o irrepetibles...
Para que nadie crea posible imitarlos, seguir sus caminos y su ejemplo de sobreponerse
al dolor que significó para ellos, entre otras cosas, abandonar sus afectos...
En el caso del General
Necochea hubo una mujer, Josefina Sagra, “Pepita”, que lo acompañó en su lucha.
Y hubo una hija, Benjamina, con la que se reencontró después de largos años de
separación...
El libro de Martín Sánchez
Zinny, Gracias, mujer... Operación
Proserpina, es, como figura en su contratapa, una novela que no reescribe
la historia, ni la deforma al antojo de ideologías. Es una novela que alumbra
la intimidad de sus protagonistas, con verídica objetividad y elegante trazo.
En
el día del padre, nos parece necesario transcribir algunos de sus párrafos
sobre la separación y el reencuentro con su hija. Porque creemos que eso ha
sido vivido por muchos en la larga historia de nuestra Nación por su
Independencia inconclusa, en la defensa de los derechos del pueblo, en la justa
guerra de Malvinas...
Muchos
se reencontraron, otros muchos no lo lograron...
Y en
innumerables anónimos soldados del pueblo y luchadores de la Patria hay
sentimientos como los que aparecen en este libro en el General Necochea y su hija.
La hija espera ansiosa el regreso inminente, el reencuentro, los
sentimientos...:
“... ella insiste en investigar el rostro de cada viajero. Parece buscar.
Pretende reconocer. Un par de veces corre en vano al encuentro de desconocidos
¿No lo es acaso su padre? Conoce de memoria cada una de sus campañas. Sus
medallas y condecoraciones. Sabe que es un General importante de la patria. Sus
amigas, celosas, crueles como sólo puede serlo un niño, le echan en cara su
ausencia. Su abandono. Le afirman que debe ser un ogro deformado por tantas
heridas. Ella no se inmuta. Guarda sus lágrimas para las noches.”
“Los golpes de cascos de los animales la llaman desde la esquina. El
jinete es de gran talla. Tiene todo el aspecto de venir de lejos. Tira una mula
cargada y un caballo brilloso, de tan sudado. El sombrero de ala ancha no le
deja ver bien su cara. Se detiene a unos metros. Inmóvil. Se observan. Ella
deja caer sus costuras y salta hacia atrás encarando la puerta.”
“¡Mamá! –grita sin abandonar la vereda– ¡Mamá, venga! –siente ganas de
reír y de llorar – ¡Es el Tatita que ha vuelto!.”
“Se abalanza con velocidad al encuentro del hombre que ya está apeado.
Él siente el empujón del frágil cuerpo contra sus piernas cansadas. Se
acuclilla para quedar a su altura. Ambos se miran a los ojos, como explorándose
las almas.”
(...) Es un instante en que el universo parece prestar atención a esa
escena única. Ni sonidos. Ni olores. Nada se mueve. Nadie respira. El General
Mariano Necochea y su hija Benjamina, se encuentran.”
.........................
“”Queda unos segundos inclinado, húmeda la cara, con las manos tapando
los ojos. La imagen de la hija lo ocupa todo. Ni las lágrimas de María Dolores.
Ni la emoción y las corridas de los criados. Nada ha dejado marca como esa cara
de felicidad. Es preciosa. Alta para su edad. Esa piel tan blanca. Esas
facciones perfectas. Ese tierno abrazo que se prolonga en sus sentidos hasta el
presente. ¿Cómo tratarla? ¿Qué sabe de él? ¿Qué tipo de sufrimientos carga?
Tendrá que mencionarle los primeros garabatos hasta las líneas en hojitas a
parte, recibidas en las últimas cartas. ¿Es ya muy grande para sentarla en la
falda? ¿A qué jugar? El padre inexperto se llena de interrogantes. Por encima
de todas las dudas, una luz clara alumbra su jornada. Siente en su corazón., de
una vez por todas, que el largo viaje valió la pena.”
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