domingo, 15 de junio de 2014

En el día del Padre... Para los padres que se reencontraron con sus hijos... Para los hijos que se reencontraron con sus padres... Y, muy especialmente, para los que no lo lograron y los conservan en algún lugar del corazón o de la memoria...

En el día del Padre...

Para los padres que se reencontraron con sus hijos...Para los hijos que se reencontraron con sus padres...Y, muy especialmente, para los que no lo lograron y los conservan en algún lugar del corazón o de la memoria...

Horacio Micucci

No importan los detalles.
El General Mariano Necochea fue un héroe de la Independencia Argentina.
Fue uno más de esos jóvenes que se enrolaron en los ejércitos nacientes de la Emancipación, y a quien la larga guerra de la Independencia obligó a dejar familia, seres queridos, una hija... Como tantos otros hombres comunes que son los que escriben con sus actos la historia, y de los cuales se suele olvidar, convirtiéndolos en bronce o en mármol, que eran eso: hombres de carne y hueso, con fortalezas... y con debilidades a las cuales vencer...
Se los convierte en frío bronce a lo mejor para honrarlos...
O, tal vez en algunos malintencionados, para convertirlos en “utopías” inexistentes o irrepetibles... Para que nadie crea posible imitarlos, seguir sus caminos y su ejemplo de sobreponerse al dolor que significó para ellos, entre otras cosas, abandonar sus afectos...
En el caso del General Necochea hubo una mujer, Josefina Sagra, “Pepita”, que lo acompañó en su lucha. Y hubo una hija, Benjamina, con la que se reencontró después de largos años de separación...
El libro de Martín Sánchez Zinny, Gracias, mujer... Operación Proserpina, es, como figura en su contratapa, una novela que no reescribe la historia, ni la deforma al antojo de ideologías. Es una novela que alumbra la intimidad de sus protagonistas, con verídica objetividad y elegante trazo.
En el día del padre, nos parece necesario transcribir algunos de sus párrafos sobre la separación y el reencuentro con su hija. Porque creemos que eso ha sido vivido por muchos en la larga historia de nuestra Nación por su Independencia inconclusa, en la defensa de los derechos del pueblo, en la justa guerra de Malvinas...
Muchos se reencontraron, otros muchos no lo lograron...
Y en innumerables anónimos soldados del pueblo y luchadores de la Patria hay sentimientos como los que aparecen en este libro en el General Necochea y su hija. 

La hija espera ansiosa el regreso inminente, el reencuentro, los sentimientos...:

“... ella insiste en investigar el rostro de cada viajero. Parece buscar. Pretende reconocer. Un par de veces corre en vano al encuentro de desconocidos ¿No lo es acaso su padre? Conoce de memoria cada una de sus campañas. Sus medallas y condecoraciones. Sabe que es un General importante de la patria. Sus amigas, celosas, crueles como sólo puede serlo un niño, le echan en cara su ausencia. Su abandono. Le afirman que debe ser un ogro deformado por tantas heridas. Ella no se inmuta. Guarda sus lágrimas para las noches.”
“Los golpes de cascos de los animales la llaman desde la esquina. El jinete es de gran talla. Tiene todo el aspecto de venir de lejos. Tira una mula cargada y un caballo brilloso, de tan sudado. El sombrero de ala ancha no le deja ver bien su cara. Se detiene a unos metros. Inmóvil. Se observan. Ella deja caer sus costuras y salta hacia atrás encarando la puerta.”
“¡Mamá! –grita sin abandonar la vereda– ¡Mamá, venga! –siente ganas de reír y de llorar – ¡Es el Tatita que ha vuelto!.”
“Se abalanza con velocidad al encuentro del hombre que ya está apeado. Él siente el empujón del frágil cuerpo contra sus piernas cansadas. Se acuclilla para quedar a su altura. Ambos se miran a los ojos, como explorándose las almas.”
(...) Es un instante en que el universo parece prestar atención a esa escena única. Ni sonidos. Ni olores. Nada se mueve. Nadie respira. El General Mariano Necochea y su hija Benjamina, se encuentran.”
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“”Queda unos segundos inclinado, húmeda la cara, con las manos tapando los ojos. La imagen de la hija lo ocupa todo. Ni las lágrimas de María Dolores. Ni la emoción y las corridas de los criados. Nada ha dejado marca como esa cara de felicidad. Es preciosa. Alta para su edad. Esa piel tan blanca. Esas facciones perfectas. Ese tierno abrazo que se prolonga en sus sentidos hasta el presente. ¿Cómo tratarla? ¿Qué sabe de él? ¿Qué tipo de sufrimientos carga? Tendrá que mencionarle los primeros garabatos hasta las líneas en hojitas a parte, recibidas en las últimas cartas. ¿Es ya muy grande para sentarla en la falda? ¿A qué jugar? El padre inexperto se llena de interrogantes. Por encima de todas las dudas, una luz clara alumbra su jornada. Siente en su corazón., de una vez por todas, que el largo viaje valió la pena.”

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