sábado, 15 de junio de 2013

95 años después: Actualidad de la Reforma Universitaria de 1918

2013 – 15 de junio - 1918
95 años después: 
Actualidad de la Reforma Universitaria de 1918
 

Horacio Micucci

Hace tiempo George Orwell escribió: “Quién controla el pasado controla el futuro y quién controla el presente controla el pasado”.
Parece pertinente disputarle a quienes controlan el presente el control del pasado para recuperar el futuro de nuestro pueblo y nuestra Nación. No me refiero solamente al actual gobierno sino, más en general, a los sectores económicos y sociales que han sido causantes y beneficiarios de las políticas de hambre, entrega y sumisión e indefensión nacional.
No vale hacer un mero homenaje o recuerdo. Lo necesario es aprender del pasado. Recordar lo que nos quieren hacer olvidar.
Hace 95 años, se producía aquel movimiento conocido como la Reforma Universitaria. No fue un hecho aislado, sólo universitario. Tuvo un contexto del cual no se puede separar.
Eran las épocas de la revolución Mexicana con los líderes agrarios como Pancho Villa y Emiliano Zapata y la Revolución Rusa de 1917. Eran las épocas de fines de la primera guerra mundial que había puesto de manifiesto el fracaso del modelo liberal oligárquico evidenciando nuestra dependencia nacional (similar a la dependencia e indefensión que tenemos hoy) y donde un joven coronel Mosconi comenzaba su lucha por la independencia energética. Tanto es así que, años después, su segundo, el General Alonso Baldrich, en un estrado levantado en la calle Florida, en 1927, acusado de patriotero y comunista, diría: “Las divergencias en los programas sociales, políticos, económicos o ideológicos, han de ser de fusión y de bloque cuando se trata de defender la independencia política y económica de una nación amenazada. No hay que temer a los naturales y liberales impulsos de toda juventud que por ser tal, no está anquilosada. Yo no he de renegar jamás, ni en la forma ni en la esencia de las tradiciones de mi tierra, ni enfrentar en rebeldía la constitución implícitamente jurada, ni olvidar lo que dice la Bandera, pero no he de alarmarme de lo que ocurra en la que fue la tierra de los zares ni en el México que se sacó dos imperios de las entrañas”.
Eran épocas de auge de luchas obreras desde 1917 a 1922. La semana trágica y La Patagonia rebelde. Dicho sea de paso, Vasena (representante de los ingleses dueños de la empresa con la que se inicio el conflicto nombrado en primer término) era ancestro del Krieger Vasena, ministro de Onganía. Y en la Patagonia había terratenientes de nombres tradicionales y otros eran ingleses en una situación similar a la de hoy donde la extranjerización de la tierra hace que Benneton sea dueño de más de un millón de hectáreas en la Patagonia.
Era, también, la época del ascenso al gobierno del Yrigoyenismo (que simpatizaba con el movimiento reformista universitario).
Las banderas de la Reforma del ´18 eran la democratización de la enseñanza, la libertad de cátedra, la docencia libre y las cátedras paralelas, la periodicidad en las cátedras con concursos públicos, la asistencia libre y la gratuidad de la enseñanza, la participación de los estudiantes en el gobierno, la autonomía universitaria como método para independizarse de las oligarquías que detentaban el verdadero poder del Estado en Latinoamérica, la profundización de la investigación con método científico, la comunicación con la sociedad a través de la vinculación de la universidad con el pueblo.
Y este movimiento y estas consignas se extendieron a toda América, preocupando y enfrentando a las oligarquías nativas.
Pero cuando vemos, hoy, el estado de nuestras universidades, de nuestra educación podemos concluir que la Reforma quedó inconclusa.
Vemos hoy limitación, ingresos restrictivos, cupos de ingreso expresos o solapados con la excusa del ingreso de los mejores. Muchas veces la libertad de cátedra (cuyo fin era que no hubiera discriminación ideológica en los contenidos) ha sido usada para su contrario: la existencia de cátedras que son manejadas como feudos convertidas en filtros donde quedan los estudiantes atrapados en su intento de avanzar en las carreras. Otras veces elecciones supuestamente democráticas quedan desvirtuadas por trenzas y acuerdos espurios de intereses mezquinos. Decae la investigación por carencia presupuestaria y cuesta, a pesar de algunos ejemplos valorables, encontrar vinculaciones con las necesidades nacionales y populares. Se deforma esa vinculación con servicios para grandes empresas privadas que no son de interés nacional, para conseguir fondos que regatea el presupuesto nacional.
En julio de 2011, la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación reconoció que sólo se reciben el 6% de quienes ingresan a las altas casas de estudio.
Algún profesor universitario dijo una vez en La Plata que “no se pretenderá que sean médicos los hijos de un zapatero”.
Con respecto a esto último es preciso decir claramente que queremos que no sólo el hijo del zapatero pueda ser médico. También el hijo de obrero, del campesino, del desocupado. Y más aún, que puedan estudiar y recibirse en la universidad el mismo obrero, campesino o desocupado actual.
Muchos exámenes finales y parciales son listados de preguntas, “multiple choice”, dónde los alumnos marcan opciones (generalmente capciosas) para medir su conocimiento. Esas opciones son colocadas por el alumno en una grilla y quien las corrige sólo se detiene, muchas veces, en el lugar donde fueron colocadas las “cruces” y hasta se las ha medido con un aparato lector.
Estamos en desacuerdo con ese mecanismo de evaluación carente de rigor científico, y equivalente a medir conocimientos con crucigramas.
La capacidad de dar la mejor respuesta, pensamos, no es la mejor medida del conocimiento. La mejor medida del conocimiento es la capacidad de hacer la mejor pregunta y ser capaz de responderla. Si es posible en la práctica, mejor.
Claro que esto es más caro, exige más y mejores docentes, y un mayor presupuesto educacional, en términos absolutos y no en términos de porcentajes de PBI, con el que se pretende igualarnos a países con PBI mucho mayor.
Es que desde hace muchas décadas el carácter mismo del examen está cuestionado como método de evaluación. Hoy, en la pedagogía avanzada, la clase tradicional es reemplazada por el modelo del taller participativo, que no establece sometimiento a las ideas del otro, con mayor grado de análisis crítico y en íntima vinculación con el experimento y la práctica y reconociendo la unidad dialéctica entre docente y alumno.
En China de Mao (no ahora que son dueños del HSBC junto con los ingleses,  han asentado en el país a su ICBC y participan en la rapiña de nuestro petróleo) un ingeniero electrónico para obtener su grado debía armar una computadora, no dar un examen. Y este método era levantado como correcto aún por IBM en sus publicaciones. Ya Einstein despreciaba la concepción memorista cuando decía que recordar lo que estaba en los libros era un disparate. ¡Más aún en la época de INTERNET!
En primer lugar no estamos de acuerdo con la teoría de la aristocracia de los inteligentes, con la selección de los mejores, con la teoría de la selección de los genios tan de moda en EEUU y que, a la luz de la chatura intelectual de algunos líderes mundiales de las grandes potencias, es un fracaso. El homo sapiens tiene la misma capacidad intelectual desde que evolucionó en la faz de la tierra. La diferencia está en la capacidad de desarrollar sus aptitudes y la culpa de que esto no ocurra es del sistema social y los gobiernos gerentes de la dependencia (los pasados o el actual) que lo expresan. Sistema que no da igualdad de oportunidades a todos, sometiendo a niños a trabajo embrutecedor, a mendigar alimentos y hasta a la prostitución. La teoría del genio es tan acientífica como la teoría de la raza superior de Hitler o el racismo que hubo en Sudáfrica, o la preocupación estadounidense por el crecimiento de los hispano parlantes.
Es cierto que un joven sabe hoy menos cuando ingresa a la Universidad, pero ¿de quien es la culpa? ¿De él? O de quienes ocultaron el conocimiento porque, ese conocimiento, ayudaba a cuestionar el “modelo” de país. ¡Cómo se iba a enseñar que aspiramos a ser un país independiente de toda dominación extranjera si se andaba y se anda en enjuagues con cuanta potencia existe (desde Inglaterra y EE.UU hasta Rusia y China).
¿Cómo no se iba a desmalvinizar e incluso olvidar las invasiones inglesas de 1806-1807 si se andaba en negocios con los que usurpan nuestro territorio que, para más datos son socios con chinos y rusos en la segunda empresa petrolera del país (Panamerican Energy).
¿O acaso no se les dijo a los jóvenes que la política era peligrosa, no con palabras, sino con una represión que tiene pocos parangones en la historia?. ¿O no se les dijo que la ciencia no servía para nada cuando Cavallo mandó a los científicos a lavar los platos?.¿O cuando se desactivaron proyectos de alta tecnología como el Misil Cóndor?. Hay culpables por acción u omisión de lo que no saben los jóvenes.
En segundo lugar no estamos de acuerdo con la limitación porque viola el derecho inalienable de estudiar y aprender. Pero no sólo por eso. También porque una Argentina independiente con bienestar popular necesita más técnicos, más profesionales, más científicos.
Se dice que todos quieren ser médicos. Que sobran médicos, basándose en una cifra estimativa de la OMS según la cual hace falta un médico para atender 1000 personas. Pero ésta era sólo una estimación. Cuando se pasa a la ejecución de un plan de salud resulta que los médicos no trabajan 24 horas sino que hacen turnos de 8 ó 6 horas y tienen francos, y entonces el médico cada 1000 pacientes se transforma en 4 ó 5 cada mil pacientes, para hacer turnos y guardias. Pero además hacen falta especialistas: Pediatras, ginecólogos, etc. Y después viene la distribución en territorio. Porque resulta que, como Alberdi dijo que gobernar es poblar, se debe colocar los médicos antes, para facilitar la población del territorio (cuestión de defensa nacional). Y entonces, ¿sobran o faltan?
Y en lugar de aumentar los sueldos de docentes e investigadores se destina parte de presupuesto nacional a pagar una deuda externa ilegítima y fraudulenta. Están decidiendo la muerte de argentinos. ¿Qué otra cosa es pagar con sudor y lágrimas de los argentinos como dijo Avellaneda, una deuda externa usuraria, ilegítima y fraudulenta?
Estos modelos de dependencia nacional no necesitan Biólogos marinos porque los buques factoría extranjeros practican una pesca depredadora.
Es una discusión más amplia la del tipo de matrícula. Es parte de la discusión de qué tipo de país queremos. Qué proyecto, qué necesidades técnicas y científicas. Y que presupuesto para eso.
Y digámoslo de una vez: se limita en el ingreso y en las carreras para adaptarse a un presupuesto exiguo. El CBC de Buenos Aires, de sentido y calidad cuestionable, que pasa por ser parte de una universidad de ingreso irrestricto, deja un tendal de un 60 % de los ingresantes. Si sobran médicos ¿por qué se admiten nuevos institutos universitarios de Medicina privados? ¿Es que el que tiene dinero no sobra y es inteligente por axioma?.
Entonces tenemos una universidad de exclusión y de expulsión disfrazada de ingreso irrestricto, donde la exclusión se produce por las formas pedagógicas de enseñanza y evaluación, por la inversión de la curva del conocimiento, por la carencia de horarios para los que trabajan y más aún por la miseria de la mayoría que muchas veces no tiene acceso a la comida diaria. Aquí hace falta un análisis científico, habida cuenta que la ciencia es necesaria para descubrir las verdaderas causas, desenmascarando las falsas apariencias. Tenemos una universidad limitacionista, expulsora, con presupuesto exiguo, por lo tanto con pocos docentes e investigadores, con salarios de vergüenza y escasos medios que sólo puede atender pocos estudiantes.
Todo repercute en la calidad de la investigación científica. No porque no podamos investigar y desarrollar conocimientos nuevos sino porque no nos dejan. La calidad de lo poco que hay, lo demuestra.
¿Y porqué todo esto? Porque no sólo la Reforma quedó inconclusa. También la Independencia de mayo de 1810 y julio de 1816 quedó inconclusa.
Dice la Declaración de la Independencia: “Independientes de toda dominación extranjera”.
Escuchar las voces de la Reforma significa entonces discutir un proyecto de país independiente con soberanía popular. Porque hubo dos líneas en el movimiento reformista: la de los que creyeron que bastaba sólo con la reforma universitaria y la de los que creemos que esta debía ir unida a la reforma industrial, la reforma agraria, la reforma educacional, la reforma sanitaria, la reforma laboral, etc. En suma ser parte de una revolución que haga a Argentina independiente de toda dominación extranjera, que recupere la parte colonizada de nuestro territorio, que de la tierra al que la trabaja., donde haya techo, lecho, alimentos, salud y educación para  cada uno.
Hay muchas preguntas que hacerse: ¿Qué desarrollo industrial hace falta?. Más aún ¿qué formas debe adoptar ese desarrollo?. ¿Con grandes centros industriales, frágiles en caso de que una Argentina independiente sea agredida, como es el pino, grande y frágil ante las tormentas?. ¿O como el césped, que se extiende y es difícil de exterminar? ¿Césped o pino? ¿Qué combinación de industria pesada con industria liviana y la explotación agrícola-ganadera?. Césped o pino, forma y contenido: aquí hay una buena discusión para los filósofos con preocupación nacional acerca de su relación contradictoria. Y de debate sobre el doble discurso que ahora se llama “relato” y que apoyan supuestos intelectuales de lenguaje difícil, que niegan la realidad que no pueden explicar sin abjurar de su supuesto progresismo.
¿Qué técnicos para esta decisión? ¿Con qué conocimientos? ¿Qué contenido de la enseñanza? ¿Y qué presupuesto para ello?.
Como se ve es un debate de carácter educacional, pero fundamentalmente acerca del proyecto de país, aún de su defensa nacional: ¿cuál es más fácil de defender ante un ataque exterior?.
Es decir, no proponemos menos ciencia y tecnología. Proponemos más ciencia y tecnología. Pero para una Argentina Independiente.
Los centros de investigación debieran dedicarse, además de sus funciones propias, a producir elementos de alta necesidad estratégica.
Hace ya más de 40 años, siendo estudiantes, pensábamos en la integración del entonces centro de investigación de YPF estatal en Florencio Varela, con la destilería de Ensenada y la Universidad Nacional de La Plata para producir ingenieros en petróleo, y donde incluso pudieran ingresar los obreros de la destilería.
¿Porque no relacionar la Universidad con el Astillero de Río Santiago, con la investigación aplicada y el desarrollo tecnológico, para producir barcos para una recuperada flota mercante del estado y una flota petrolera de una YPF reestatizada? Un astillero que también produzca los buques de guerra que exige la defensa de nuestros mares y cuyos cuadros técnicos y profesionales se formen en esta interrelación entre el ARS y la Universidad.
Y queremos ciencia básica, ciencia aplicada y desarrollo tecnológico porque son tres partes inseparables.
Cuando hablamos de tecnología, lo hacemos con el concepto de tecnología apropiada: que debe ser científicamente válida, técnicamente eficaz y socialmente aceptable. Las dos partes primeras del concepto se comprenden. Pero ¿qué quiere decir socialmente aceptable?. Quiere decir que se deben definir tecnologías para qué proyecto de país.
Debatamos si ese proyecto de país seguirá siendo el de los actuales beneficiarios de esta Argentina dependiente, primarizada en su economía, indefensa, inundada por la droga para embrutecer a los jóvenes, donde el que trabaja paga impuestos y el narco o el empresario del juego pueden lavar su dinero legalmente. Debatamos si vamos a seguir viviendo en un país donde el pequeño productor agrario o urbano y el pequeño comerciante o PYME son ahogados por impuestos mientras nada paga el juego o la renta financiera. Si seguiremos viviendo en un país donde el 73 % de los jubilados son técnicamente pobres, por el ingreso que cobran, o donde los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor.
Cuando debatimos la tecnología necesaria y socialmente aceptable nos referimos a que se debe terminar con la compra indiscriminada de tecnología no siempre necesaria y útil o con la compra de lo que podríamos fabricar aquí. Pedimos el desarrollo tecnológico que necesite la independencia nacional y las necesidades populares.
Se deben evaluar qué tecnologías se usan (en EEUU esto se hace desde los ´60) para evitar aquellas novedosas pero de dudosa utilidad que encarecen los servicios y productos, aumentando la dependencia, sin beneficios para la población. De más está decir que esto no se realiza en la Argentina, donde más de una vez el concepto científico de tecnología se ha transformado en “tecnolatría” más cercana a la superstición fetichista que de la ciencia. Donde se compran trenes obsoletos que podríamos fabricar aquí. Donde se producen desastres naturales porque no se toman las medidas preventivas que la misma universidad había aconsejado, donde hay accidentes de trenes evitables si se destinaran los fondos necesarios para ello, en lugar de favorecer a los “capitalistas amigos” como los Cirigliano.
En suma la nueva reforma universitaria y educacional exige participar en los tres movimientos de lucha o en las tres prácticas de la teoría científica del conocimiento humano:
§         la práctica de la lucha por la independencia nacional y el bienestar popular,
§         la práctica de la lucha por la producción (al servicio de quién y para y por quién).
§         la práctica de la lucha por la investigación científica (también al servicio de quién y para y por quién).
Así surge la política científica: Ciencia y oficio de hacer posible lo necesario en ciencias y tecnología. Debemos discutir esto para saber qué ciencia y tecnología necesita una Argentina independiente con reales derechos para el Pueblo.
Como no se hace lo anterior, se hace política como arte de lo posible. De la cual tenemos ejemplos en muchos gobernantes. Eso es gestionar la dependencia. Eso es, en la universidad, adaptarse al bajo presupuesto. Para eso se limita ingreso y se expulsa o condiciona a los que pueden egresar, como en Medicina de la Universidad Nacional de La Plata.
 Se disfraza esto de elección de los mejores, y se esconde la discriminación de los “hijos de los pobres y marginados”.
En suma, corregir esto implica ir a una reforma de fondo de la educación argentina. Hacer de la universidad una caldera de ideas en ebullición. Hoy no hay respuestas innovadoras universitarias a la crisis en salud, a la crisis industrial, a la crisis energética, educacional, etc..
Hay que volver a la audacia intelectual de Harvey y Galileo. Pugnar por ser científicos, no ajustar las ideas a la moda mediática. La ciencia avanzó contra la moda, cuestionando las falsas apariencias.
Un estudiante de farmacia y bioquímica de la UBA tarda, en promedio, 7 a 8 años en terminar la carrera. Se habla, entonces, de carreras más cortas. Pero se intenta hacer pasar que quien se reciba no tendrá habilidades necesarias, debiendo pagar otros cursos para trabajar.
Estamos de acuerdo con carreras más cortas. Hay mucha repetición de conocimientos, desconexión en los planes, y a la vez faltan conocimientos y prácticas necesarias. Se pueden acortar las carreras, con títulos habilitantes y mejores graduados, que se incorporen rápidamente a la producción, y sucesivos ciclos gratuitos de especialización y perfeccionamiento.
Hay un organismo juzgador (CONEAU: Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria) que califica carreras y universidades. Es hora de preguntarse: ¿en base a qué proyecto de país y a qué política nacional y específica, evalúa? ¿Quiénes integran la CONEAU? ¿Cuáles son sus méritos?.
¡Qué todo se discuta públicamente en el demos universitario!.
Que florezcan cien flores y cien escuelas de pensamiento, para elegir la mejor.
En suma, necesitamos: rediscutir los contenidos de la enseñanza y sus formas pedagógicas, cátedras paralelas, más horarios, ingreso irrestricto, becas, comedor, más y mejores docentes e investigadores y más presupuesto. Y amplio debate de todo esto.
Eso es lo que hay que escuchar del pasado para ganar el futuro.
Y, así como aquel griego, Diógenes de Laercio, recorría los caminos iluminando con su lámpara para buscar un hombre; hoy, para estas tareas, hay que buscar otros hombres y otras mujeres. No debemos preguntarles el credo o religión. No debemos preguntarles el origen o la ideología política. Si son militares patriotas como Mosconi y Baldrich, dispuestos a morir luchando contra el enemigo, como Cabral y el Capitán Giachino, no sólo son bienvenidos, los necesitamos.
Sólo pedimos que sientan como una bofetada en su propia mejilla las injusticias contra cualquier hombre de nuestro pueblo, y sientan como propias las ofensas a nuestra Patria, a cada Nación Latinoamericana y a cada pueblo o país expoliado del mundo.
Es bueno recordar algo que viene de lejos en el tiempo. Transportado, parafraseando a Bertold Brecht, bajo las camisas sudorosas del pueblo, una y otra vez, a través de la líneas enemigas.
 “La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada.
Compañeros juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”.
General Don José de San Martín.
Orden General al Ejército de Los Andes
27 de julio de 1819
Si se comparan estas ideas, esta actitud, con la de muchos funcionarios y personajes prominentes del presente y del pasado reciente se comprende porque se les ha ocultado la historia a los jóvenes.
Sin embargo lo anterior sigue vigente para muchos de nosotros.


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