jueves, 23 de mayo de 2013

Revolución de Mayo: Distintas visiones, proyectos y caminos...


Revolución de Mayo: Distintas visiones, proyectos y caminos...
Horacio Micucci

Se habla y se estudian distintas revoluciones en el mundo, pero los argentinos no podemos eludir el estudio de nuestra Revolución, para sacar conclusiones y experiencias.
Conviene hacer algunas reflexiones, desde una visión patriótica y popular, sobre la Conmemoración del 25 de mayo.
¿Y porqué desde una visión patriótica y popular?
Porque para hacer posible lo nacional debe unirse a lo popular y lo democrático. Y lo popular y lo democrático no puede realizarse sin la independencia nacional.
Reivindicamos el patriotismo como nacionalismo de los países oprimidos, diametralmente opuesto al nacionalismo de las potencias opresoras que se disputan el dominio y la rapiña del mundo. Reivindicamos las posiciones patrióticas y populares porque sólo la fuerza popular nos emancipará como Nación y nos independizará como país en el camino en que el pueblo se libere a si mismo.
Y es bueno analizar este 25 de Mayo teniendo como marco teórico referencial a esa posición porque desde nuestra primera revolución hasta nuestros días no logramos superar una independencia formal (cada vez más formal) que esconde una tremenda dependencia y sumisión nacional: un país disputado y rapiñado por distintas potencias (desde Inglaterra, EE.UU. u otras potencias europeas hasta Rusia y China en nuestros días), con una parte de su territorio usurpado por el colonialismo británico.
A la vez, quedaron inmensas tareas democráticas por realizar (es decir, hacer reales), desde la profunda reforma agraria, que postulaba Artigas en su Estatuto de 1815 por ejemplo, pasando por la mirada belgraniana de la agricultura y la industria, hasta la vigencia de una democracia grande con formas de democracia directa y el establecimiento de un federalismo efectivo. Porque la democracia de hoy ha sido reducida a un convite periódico al sufragio para elegir gerentes que gestionan esta dependencia y que sistemáticamente traicionan al Pueblo y a la Patria. Y subordinan a las provincias.
Nuestra Revolución quedó inconclusa.
Hemos escuchado hablar por décadas del "progreso" puesto de manifiesto por cifras de una supuesta "macroeconomía". Pero esas cifras son, en realidad, las cuentas del enriquecimiento obsceno de los beneficiarios de la entrega y del empobrecimiento inaudito de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro suelo. Se nos habló de una supuesta teoría del "derrame" por el cual había que permitir ese enriquecimiento para que las sobras del banquete cayeran sobre los más pobres, pero esto nunca ocurrió. Sólo asistimos a la existencia de una minoría, cada vez más opulenta y poderosa, frente a una mayoría creciente de pobres cada más pobres.
Recientes palabras del Papa Francisco reflejan esta situación: "Mientras que el ingreso de una minoría está creciendo exponencialmente, el de la mayoría se está desplomando"
Y ha sido un drama, muchas veces provocado, la separación de la cuestión democrática y la patriótica. En lo más profundo de nuestra historia se entrelazan estas banderas patrióticas y populares. Juntas mostraron la salida en encrucijadas claves escribiendo las mejores páginas de nuestra vida como Nación.
Y en Mayo es difícil separarlas. ¿Qué eran Belgrano y San Martín? ¿Patriotas o demócratas?. Eran ambas cosas a la vez, de manera inseparable.
Reconquistar el patrimonio nacional, establecer la soberanía popular, garantizar la independencia argentina, hacer efectivos los derechos del pueblo a la libertad, la salud, la alimentación, el trabajo y la tierra para el trabajo y la vivienda y no para la renta y la especulación, exigen esa unidad inseparable de lo patriótico y lo popular.
Es que el movimiento patriótico nacional y el movimiento democrático popular también están unidos por las reivindicaciones del Pueblo y de la Patria que no han sido logradas y que sólo se podrán lograr en conjunto, ya que son derechos inseparables.
Es posible, entonces, un amplio movimiento patriótico y democrático popular que una a las fuerzas del trabajo, a los productores del campo, al empresariado y el comercio nacionales; a profesionales, científicos, artistas e intelectuales consustanciados con el pueblo y la patria; a religiosos sensibles a la situación de los carenciados, y a los militares patriotas y democráticos. Este amplio movimiento será capaz de abrir una nueva huella para llevarnos a nuestra segunda y definitiva independencia.
Y, ya en la cuestión de la Revolución de Mayo que conmemoramos, cabe la pregunta:
¿Qué se debate en el transcurso de esta conmemoración?
Se abre un gran debate histórico. Y no es neutro ese debate.
Se disputan proyectos políticos futuros, en lo que se destaca y en lo que se secundariza u oculta.
En ciencias sociales no hay imparcialidad. Nosotros tomamos partido por nuestra Patria sometida y por los humillados y vilipendiados de ella y eso nos permite buscar la verdad porque los oprimidos y los sometidos son los que están interesados en desnudar las mentiras del sistema opresor y sus administradores de turno.
Hace tiempo George Orwell escribió: “Quién controla el pasado controla el futuro y quién controla el presente controla el pasado”.
Parece pertinente disputarle a quienes controlan el presente el control del pasado para recuperar el futuro de nuestro Pueblo y nuestra Patria.
No nos referimos sólo al actual gobierno sino, más en general, a los sectores económicos y sociales que han sido causantes y beneficiarios históricos de las políticas de hambre, entrega y sumisión nacional. Y otra vez las palabras del Papa Francisco: “La política se ocupa de finanzas y de bancos, no de los que tienen hambre. No interesa si la gente no tiene nada”.
Se confrontan dos visiones.
En concreto: dos visiones fundamentales confrontan.
Una visión es la oficial, expresada en el grupo gobernante (disfrazado de progresista) pero también en  “alternativas” que ofrecen otras variantes para la violación de los derechos del pueblo, la dependencia y la sumisión nacional en favor de otros bloques de beneficiarios nativos y potencias imperialistas.
¿En que consiste esta visión?
Cuando, diez años antes del primer centenario, Roca redujo el Himno, resumió esa posición.
Eliminó todo aquello que lo convertía en una proclama de libertad e independencia, que reconocía antecedentes en luchas anticoloniales y antifeudales, en las sublevaciones de los originarios y en las de otros pueblos hermanos. Pulverizó todo aquello que hacía de ese himno un programa de independencia. Aniquiló toda exaltación del sacrificio revolucionario en esa Revolución.
¿Por qué? Porque eso era necesario como muestra de sumisión y vasallaje a los poderosos de la época. Era necesario para mostrar una Argentina integrada.
Pero, ¿integrada con que papel?
El de un país dependiente. Formalmente independiente, pero dependiente.
Y no es algo abstracto la dependencia. Se expresa en perjuicios a los derechos de hombres concretos.
Se expresa en la extranjerización de más de la mitad de la tierra cultivable y en la persistencia del latifundio denunciado hace nueve años por la Iglesia y por la Federación Agraria Argentina. Y, como consecuencia, en impedir el acceso a la tierra a los que la quieren para el trabajo y la vivienda y no para la especulación y en una renta que se carga a toda la Nación. Se expresa en la falta de tierra para trabajarla y vivir en ella.
Se expresa en la pesca depredatoria que es hambre presente y futura.
Se expresa en la entrega de nuestro petróleo, materia prima valiosa pero, más aún, material estratégico para nuestra defensa nacional, como lo advirtiera el General Mosconi.
Se expresa en la megaminería contaminante, que se lleva todo y no deja más que destrucción; megaminería a la que protege el actual turno gobernante. Es entrega de los ferrocarriles y son pueblos desiertos.
Se expresa en los perjuicios que sufren los verdaderos productores del campo.
Se expresa en una desocupación que produce una estructura antiindustrial nacional que primariza cada vez más nuestra economía, que destruye al pequeño comerciante y a las PYME.
Se expresa en la falta dineros y proyectos para salud y educación que se gastan en el pago de deudas usurarias, ilegítimas y fraudulentas.
Se expresa en las inundaciones, en Cromagnon, en la masacre de Once.
No es algo abstracto la dependencia. Es hambre, miseria, vida indigna. Son niños de futuro destruido. Dependencia significa provincias “inviables” y vidas “invivibles”. Y significa, también, el rebrote de un extremismo unitario y sojuzgador en el trato con las provincias.
Gobiernos de distintos colores mantuvieron esa visión. El actual también.
¿Cómo destacar el sacrificio de Belgrano y tantos otros ante el enriquecimiento obsceno que muestran muchos protagonistas políticos actuales?. Enriquecimiento que no es sólo personal sino que es la utilización del Estado para conformar un grupo económico que detenta alrededor del 6% del PBI argentino y que ha venido para quedarse, más allá de su permanencia en el gobierno, por medios “legales” o ilegales.
¿Cómo reivindicar a los pueblos originarios si gobernantes amigos del grupo gobernante practican un genocidio despiadado y continuado, a la luz del día, con el pueblo Qom?.
¿Cómo reivindicar una Defensa Nacional Popular Integrada e Integral cuando se sume a la Argentina en la indefensión o cuando se ha destruido la Industria para la Defensa?.
¿Cómo defender los símbolos patrios cuando se deja hundir a la vista de todos a un símbolo como el Santísima Trinidad?.
La respuesta a estos interrogantes es clara: o se oculta la historia, deformándola, o se apela al doble discurso al que es tan afecto el actual gobierno. Se falsean los datos del presente y, también, los del pasado.
Y para eso también tuvieron que retocar la historia.
Para que pase la primera visión tuvieron que deformar la verdadera historia.
Tuvieron que ocultar hechos (como el formidable protagonismo popular), tuvieron que hacer desaparecer próceres (como Artigas y Andresito), tuvieron que convertir a los patriotas en figuritas irreales e inofensivas o sencillamente calumniarlos. Pretenden esconder el papel como militar de Manuel Belgrano (reduciéndolo a Doctor). Tuvieron que esconder que la Patria se hizo con desobediencias como las de Belgrano al izar la bandera sin autorización o al negarse a abandonar el Norte o como las de San Martín que desobedeció la orden de participar en las luchas fratricidas. Desobediencias debidas y no obediencias debidas.
Como dice el documento fundacional del Foro Patriótico y Popular:
“A la entrega y la sumisión nacional ha ido unido, como la sombra al cuerpo, el desconocimiento de nuestras gestas históricas de independencia nacional y por romper las cadenas de la opresión social. El olvido lento, seguro y programado de la Reconquista y la Defensa de 1806 y 1807, que fueron pasos previos ineludibles del 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816, la heroica Guerra de emancipación nacional, junto a los pueblos hermanos de Latinoamérica; las grandes rebeliones y alzamientos populares que enfrentaron al poder oligárquico en pos de conquistas sociales o políticas; la desmalvinización, iniciada por el propio “Proceso” y continuada por los gobiernos posteriores.
Todo intento de sublevarse ante la prepotencia de los poderosos del mundo y sus socios oligárquicos, es presentado como una obra de utópicos por los publicistas del sistema y la historia oficial. Vacían así nuestra verdadera historia para poder afirmar que la sumisión y la conciliación son la respuesta “racional” frente al nuevo orden globalizador. Se nos dijo, entonces, que vivíamos en una “aldea global” de países interdependientes. Se nos quiso ocultar que hay un puñado de potencias “globalizadoras”, y una mayoría de países expoliados por aquellos: Argentina es hoy, más que nunca en su historia, una presa disputada, desgarrada, por esas potencias opresoras.
Se niega abiertamente que sea posible un proyecto de Argentina independiente en el contexto mundial actual. Se sostiene que sólo es posible establecer algunas pocas “limitaciones” a la subordinación global.”
Está todo dicho en ese texto.
Entonces hay otra visión de nuestro futuro y de nuestro presente.
Esta otra visión, patriótica y democrático-popular ve a la Argentina como parte de los países que luchan por su independencia, las naciones que luchan por su emancipación y los pueblos que luchan por su liberación, en un mundo donde un puñado de países opresores, países bandoleros, oprimen a la mayoría. Un mundo multipolar de potencias imperialistas, no sólo yanquis, no sólo ingleses, también otros imperios europeos, también Rusia, y también la China, que cada día penetra más en nuestro país.
Esta otra visión rescata la consigna de los patriotas de Mayo: “Ni amo viejo ni amo nuevo, ningún amo”. O el genial agregado del diputado Medrano a la Declaración de la Independencia: “independientes de los Reyes de España, sucesores y Metrópoli y de toda otra dominación extranjera.”. Agregado valiente en un mundo dominado por la Santa Alianza que Beethoven, partidario de la revolución, describía diciendo “no se ve ninguna luz en ninguna parte.”
Un mundo que era más difícil que el de ahora, donde empiezan a brillar luces. Luces que ocultan quienes están interesados en recalcar que sólo es posible ser dependientes porque se benefician con la dependencia. Sólo discrepan en quien se lleva la mejor tajada.
En síntesis estas dos visiones encierran dos proyectos de Argentina.
Cada visión tiene un proyecto de Argentina.
Uno es un proyecto de Argentina dependiente.
El otro proyecto es el de una Argentina que se ponga de pié, soberana, de democracia real, democracia grande. Donde los derechos no sean letra muerta, donde la voluntad popular se respete, y donde cada elección no sea, como ahora, una cadena de engaños.
A esta última visión, y al proyecto que implica, le interesa conocer la verdad histórica.
Y aprender de ella. De nuestra última gran revolución.
Y allí entramos en el debate de que fue la Revolución de Mayo. Qué fue, qué enseñanzas nos deja, dónde ganamos y dónde perdimos y porqué.
Podríamos citar, entrando en la Revolución de Mayo, una frase de Bernardo de Monteagudo: “Sin la historia, que es escuela común del género humano, los hombres desnudos de experiencia, y usando sólo de las adquisiciones de la edad en que viven, andarían inciertos de errores en errores”.
Y en cómo fue la Revolución, en las enseñanzas a extraer, hay también un debate de proyecto de país.
Algunos dicen, por ejemplo, que la Revolución de Mayo tuvo un núcleo intelectual sin pueblo. No hubo pueblo y significó el paso de un tipo de globalización a otro tipo de globalización. ¿No eran pueblo más de siete mil milicianos armados que elegían por votación a sus jefes y que constituyeron la fuerza militar de la Revolución? ¿No eran pueblo las decenas de miles de originarios que combatieron en las sublevaciones de Túpac Amaru y Túpac Catari? ¿No eran pueblo los que integraron los ejércitos patrios que hicieron la guerra que se prolongaría hasta los campos de Ayacucho en 1824 y Tumusla en 1825? ¿No eran pueblo los sublevados de La Paz que, parafraseando al patriota Murillo, encendieron una tea que no se apagaría jamás? ¿No eran pueblo los campesinos de Güemes y la Guerra de las Republiquetas del Alto Perú?. Interesada versión que intenta ocultar la participación popular para justificar que sólo podremos “renegociar” nuestra dependencia. Versión de los que dicen que la independencia es cosa folklórica del pasado o paradigma caído para siempre.
Otros dicen que no fue una revolución. Que sólo se ocupó el vacío de poder creado por la prisión del monarca español. Sin embargo, la Revolución de Mayo de 1810 no fue un relámpago en cielo sereno ni un mero resultado de la invasión de España por los ejércitos franceses de Napoleón, aunque esto facilitara el accionar de los revolucionarios aquí, en la llamada Hispanoamérica. Hay una relación entre las condiciones externas y las internas, pero lo esencial es lo interno. Como en la metáfora del huevo y la piedra, si se incuba un huevo a 37 grados al tiempo saldrá un pollito pero si se incuba una piedra eso no ocurrirá. Esto es así porque son los factores internos del  huevo, que no tiene la piedra, los esenciales.
Otra versión, la más difundida, muestra un cabildo y gente expectante con paraguas. Aquí tampoco hubo revolución. El pueblo pasivo, esperaba saber de que se trataba. Versión de los que quieren a los pueblos lejos de las calles. En su formato para escolares aparecen “negritos” vendiendo empanadas y señores de galera con paraguas.
Las versiones de la dependencia y la sumisión nacional ocultan a tres de las cuatro vertientes de Mayo.
Las tres vertientes escondidas
La primera vertiente, la esencial, es el pueblo alzado en armas en defensa de la Patria que constituiría la parte principal de los ejércitos patrios. Ese pueblo armado que se unió y fue la fuerza principal en el rechazo de las invasiones inglesas. Pueblo que se organizó en milicias que agruparon miles de hombres entre los que había criollos, negros, mestizos, etc. además de españoles. Pueblo que también integraban los pueblos originarios de las pampas que ofrecieron sus lanzas. Pueblo que, después de vencer a los ingleses, en un proceso que fue de 1807 a 1809 desarmó a los cuerpos de milicias partidarios de la continuidad colonial, quedando así las milicias que iban a ser la columna vertebral que posibilitó aquel 25 de Mayo. Pueblo que además incluía a los chisperos de French y Berutti dispuestos a actuar a una señal de Belgrano. Pueblo que después iba a constituir los ejércitos que actuaron en aquella guerra prolongada que duraría hasta 1824 y 1825.
Pueblo que también incluía a originarios como Andresito, combatiente en la expedición a Paraguay bajo las órdenes de Belgrano y luego segundo jefe de Artigas.
La segunda vertiente fue el núcleo de revolucionarios cuyas ideas avanzadas eran el corazón de la Revolución. Algunos como Belgrano, abogado y economista de prestigio, conocedor profundo de las nuevas ideas que bullían en Europa, intelectual que podía haber tenido un futuro venturoso en el régimen colonial pero que no vaciló en perder todo, muriendo en la pobreza y en el abandono, por su entrega a la causa revolucionaria. Otros como Moreno que en su tesis doctoral en Chuquisaca ya denunciaba la explotación de los originarios en la mita y el yanaconazgo, o como Monteagudo participe de la sublevación de La Paz o Castelli, primo de Belgrano. Es decir todos vinculados a las nuevas ideas y a las sublevaciones del norte altoperuano. Ese núcleo, con distintas variantes supo estar en el frente único antiinglés que incluía a bonapartistas como Liniers y españolistas como Álzaga, que también supo aproximarse a su objetivo designando como Virrey a Liniers (de simpatías bonapartistas) y que, disputando la hegemonía en ese frente, lograron entre 1807 a 1810 desarmar a los regimientos españoles partidarios de la continuidad colonial para constituir la fuerza militar propia. Intelectuales que tenían clara la necesidad de la conducción de esa fuerza militar naciente. ¿Qué otra cosa significaba que Belgrano se presentara a las elecciones para dirigir el Regimiento Patricios, elecciones que perdió frente al comerciante Cornelio Saavedra, al comerciante Romero y al militar de carrera Urien?. Intelectuales que fueron parte de esa multisectorial que unió en el Cabildo del 25 de mayo a hombres y fuerzas de diferentes vertientes de pensamiento y distintos sectores sociales, como se expresó en la Primera Junta patria reuniendo a quienes se definían como el "partido revolucionario" como Moreno, Castelli, Belgrano, comerciantes  como Saavedra y Matheu, religiosos como Alberti y militares como Azcuénaga.
Supieron ver las unidades necesarias para cada momento necesario.
Por último la tercera vertiente era la que provenía de la fractura del viejo ejército colonial. Militares que venían del aparato militar colapsado ante las invasiones inglesas. Militares que eran parte de un ejército fracturado en Europa donde habían surgido los que estaban dispuestos defender España frente a Napoleón, ilusionados con un Fernando VII, al que imaginaban constitucionalista. Militares españoles que tampoco habían vacilado en unirse al pueblo español sublevado representado, entre otros, por Juan Martín Díaz El Empecinado, ese hijo de panaderos alzado en armas indignado por la violación de unas jóvenes por los soldados franceses y que llegó a dirigir una división de diez mil hombres que destruyó la logística napoleónica y que cuando volvió Fernando VII le exigió una constitución, siendo primero confinado y luego ejecutado por ello. Ejército, conmovido por las nuevas ideas y la lucha contra el invasor napoleónico, donde se formaron San Martín y Matías Zapiola, segundo Jefe de Granaderos a Caballo, posteriormente. Y que tenía en el Regimiento Fixo de Buenos Aires a Miguel de Azcuénaga y a ese español que luchó hasta las últimas batallas de la Independencia, el General de los Pueblos Antonio Álvarez de Arenales. Y que tuvo a Güemes, reclutado desde los 14 años, en la delegación militar de Salta. O a Artigas del Regimiento de Blandengues.
Un debate hacia el futuro
Pero también, y muy importante, es investigar las causas que hicieron que la revolución quedara inconclusa, que no completara sus tareas democráticas (como la reforma agraria) y tampoco sus tareas patrióticas posibilitando que la independencia se transformara en una nueva dependencia, por la pérdida de la hegemonía del proceso en manos de una cuarta vertiente: aquellos que sólo querían la independencia formal conservando los privilegios del sistema, opuestos al protagonismo popular porque significaba la lucha sin claudicaciones contra sus intereses mezquinos.
La Revolución de Mayo terminó con la colonia pero no completó las tareas democráticas (agrarias), y esto llevó a una revolución inconclusa.
Esto es lo que creemos que está en debate: Qué proyecto de país, qué tipo de cambios hay que realizar, cual es la revolución necesaria y por lo tanto posible. Qué caminos posibles para lograrlo, rescatando las formas de confluencia entre lo patriótico y lo popular. Qué ejemplos de protagonismo popular podemos rescatar de nuestro pasado, comprendiendo que la independencia nacional es condición para que se hagan efectivos los derechos del pueblo y recordando siempre que la independencia nacional frente a enemigos poderosos no se logrará sin ese protagonismo popular, que es condición para que el proceso revolucionario se complete hasta sus últimas tareas.
Es hora de unidades Patrióticas y Populares que superen las rutas trilladas y abran nuevos caminos, nuevas huellas, en todos los terrenos.
Hoy esa unidad imprescindible no puede eludir la elección de un camino que haga que la terrible crisis económica internacional que se refleja en Argentina dejen de pagarla el Pueblo y la Patria.
Para eso hace falta debate público por esa unidad y por un programa, postergando ambiciones personales.
Está en juego la verdadera Nación corporizada en la mujer y el hombre argentinos.

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