Reflexiones sobre el 24 de marzo y el “Proceso”
Horacio Micucci
El Pueblo Argentino necesita hacer un balance de esos hechos.
También, en particular, necesitan hacerlo las camadas jóvenes y las veteranas de la corriente militar nacional, patriótica, popular y democrática, para evitar ser nuevamente separadas del pueblo al que pertenecen y destruidas por el enemigo.
El 24 de marzo de 1976 se producía el golpe de Estado que derrocó al Gobierno constitucional de la Sra. de Perón. Es bueno recordar que un patriota que nos acompaña desde los inicios, formaba parte de ese gobierno y lo pagó con largos años de cárcel y castigo: su nombre es Julio C. González. También es imprescindible recordar al Primer Presidente y Fundador del Foro Patriótico y Popular, Teniente Coronel Adolfo Phillipeaux, militar legalista en junio de 1956 y, también, integrante del gobierno derrocado por el Proceso.
Ellos fueron parte de quienes pensábamos, hace ya más de quince años, que era necesario unir a dos movimientos que a lo largo de la historia argentina recorrieron muchas veces caminos divergentes cuando no enfrentados: el Movimiento Patriótico - Nacional y el Movimiento Democrático y Popular. Porque, en lo más profundo de nuestra historia, ambos movimientos nacieron juntos y el éxito nos acompañó mientras esa unidad se mantuvo. Es lógico entonces el intento de los enemigos de hoy y de ayer, de profundizar la división entre ambos. Pero tarde o temprano, la unidad patriótica y popular, impondrá el orden de una Argentina independiente como país, emancipada como nación, con una democracia grande y verdadera donde se satisfagan los deseos del pueblo.
Parte de esa lucha es comprender el pasado, hacer un justo balance de lo ocurrido (que ayude al Pueblo que incluye a los civiles patriotas y a los militares patriotas), para sacar conclusiones útiles para el destino de Argentina Independiente de toda dominación extranjera.
Hay sucesos de nuestro pasado inmediato que exigen balances. Hay heridas abiertas del pueblo argentino que exigen respuestas, explicaciones sobre sus causas, ubicación de los verdaderos culpables y reivindicación de los verdaderos patriotas.
Desde ya es bueno recordar que no todo empieza en 1976 como se pretende hacer creer.
Hay una historia de los patriotas y del pueblo tantas veces burlado, humillado, reprimido, que se nos oculta, se nos deforma, para que no podamos abrevar en sus más brillantes páginas que nos marcan un camino de independencia: el olvido del rechazo de las invasiones inglesas, antecedente indispensable del 25 de mayo de 1810, en tanto permitió constituir, en un proceso, las fuerzas armadas patriotas; la guerra de la independencia que culminaría en los campos de Ayacucho y Tumusla y que es inseparable de la guerra campesina de los gauchos de Güemes; la Guerra de la Republiquetas del Alto Perú y la genial estrategia del General Arenales, “el General de los Pueblos”; y la empecinada lucha del General Artigas, líder agrario y padre del federalismo, y de su segundo jefe, el Comandante guaraní Andresito, en la Banda Oriental.
Se ocultan y deforman: el asesinato de Mariano Moreno, la muerte en el ostracismo de San Martín y Artigas y la de Belgrano, en la pobreza y el olvido; el fusilamiento de Dorrego, sus causas, sus consecuencias.
También se oculta y disfraza la campaña del desierto (ese genocidio de los pueblos originarios) y la extensión del latifundio que traba el desarrollo nacional. Y las revueltas campesinas como el Grito de Alcorta y la Rebelión Agraria
Se hace olvidar a las nuevas generaciones, civiles y militares, las razones de fondo de los derrocamientos de Irigoyen, Illía y Perón; el golpe del 30, con el encarcelamiento de los Generales Mosconi y Baldrich, y la posterior década infame; los movimientos cívico-militares legalistas contrarios al proceso surgido en setiembre de 1930 con participantes patriotas ignorados como los Tenientes Coroneles Pomar y Cattaneo y civiles como Jauretche; el golpe de 1955, el movimiento legalista del 9 de junio de 1956 y los fusilamientos de civiles y militares que querían restituir al gobierno constitucional del General Perón en ese aciago momento y la persecución de otros como el Teniente Coronel Phillipeaux. También el golpe de 1966 y los sucesos posteriores.
Y, esencialmente, se escamotean al conocimiento y al análisis las consecuencias de aumento de la dependencia nacional a causa de todos los golpes de estado que eran, indefectiblemente, antinacionales y antipopulares.
Los responsables de esos golpes fueron los imperios de turno y sus socios nativos (pero no nacionales) de empresarios de intermediación como son hoy los Franco Macri, los Rocca, los Bulgheroni y algunos de los empresarios de actual “capitalismo de amigos” —que tienen sus intereses en el extranjero a diferencia del empresariado nacional —y esa oligarquía terrateniente (que tuvo “relaciones carnales” con todos los imperios de la tierra: Inglaterra, Francia, EE.UU., Rusia y hoy China, etc.).
Se ocultan y deforman esos y tantos otros hechos que permitirían conocer las causas de esta política argentina llena de acuerdos y zancadillas, de fidelidades y traiciones, de esa complicada mezcla política de minué y malambo a la que asistimos diariamente. Y de borocoteo... De compra de voluntades…
Y sobre todo de la entrega y la sumisión nacional.
En fin, y fundamentalmente, hay una historia, que se escamotea también, de las constantes y persistentes luchas del pueblo argentino por su emancipación como Nación, su independencia como Patria y su liberación social, desde las puebladas de 1806 y 1807 al Argentinazo que terminó con el gobierno gerencial de De la Rúa – Cavallo.
Todos esos hechos, ocultados o tergiversados, permiten advertir que en nuestra historia hubo patriotas y traidores, víctimas y victimarios.
Los primeros, civiles y militares de distintas creencias e ideologías, deben ser reivindicados. Mientras que los segundos, sean de la profesión o de la fe que fueran, deben se repudiados.
Sobre extraños ocultamientos
¿Qué conclusiones se nos presentan cada día sobre el golpe del 24 de marzo?:
Sectores socialdemócratas (de esa socialdemocracia que fue y sigue siendo partícipe necesario de la entrega liberal) nos hablan de un grupo de militares asesinos que dio el golpe. Pero no nos hablan de la participación protagónica en él de civiles como Martínez de Hoz y otros diseñadores de la política económica de entrega que fue lo fundamental del Proceso. Todo queda reducido a “los milicos del proceso” hecho que oculta lo fundamental: que los funcionarios militares y civiles eran gerentes de intereses imperiales y sus socios nativos.
Aparentemente de “izquierda”, esta posición oculta a los verdaderos responsables. ¿O alguien imagina que ese golpe se hubiera podido dar sin el visto bueno de las potencias de la época?. De todas las potencias de la época: EE.UU., URSS, Gran Bretaña, Francia, Italia, etc. Pero sobre todo de EE.UU. y la URSS, interesados en pasar a la disputa abierta por nuestro país. Disputa, dicho sea de paso, que se expresó en el seno del “Proceso” dictatorial.
Esta posición, en realidad, protege la responsabilidad imperialista y de la oligarquía argentina (siempre servil a aquellos y contraria al interés nacional) en los hechos.
Otros hablan de “dos demonios”: un terrorismo alocado y un terrorismo de Estado. Todo limitado a las fronteras del país. Desde aquí hay quien apoya el golpe como necesario para terminar con el llamado “terrorismo apátrida” que haría peligrar la independencia nacional, lo que no explica la represión, la cárcel de tantos patriotas como el ya mencionado Julio C. González, la propia Presidente María Estela Martínez de Perón y una enormidad de dirigentes y luchadores sindicales y sociales y la desaparición y asesinato de tantos otros. Esto se intenta explicar como “excesos” o resultados de la “guerra sucia”. Se quiere hacer pasar como excepción lo que fue lo dominante. Pero aquí tampoco aparecen las responsabilidades de las potencias imperiales de la época, sus agentes, sus intereses económicos.
En la argumentación antedicha el terrorismo es presentado como un hecho desvinculado de relaciones políticas y sociales internas e internacionales. Será “terrorismo subversivo”, “apátrida”, “nihilista”, etc. Todos epítetos que excluyen cuidadosamente nombrar a las dos superpotencias que disputaban el mundo en los años del golpe de Estado: la URSS y EE.UU.. Claro, eso permitió a los turnos de Videla, Viola, Bignone (mientras reprimían al pueblo con la excusa de la lucha antiterrorista) hacer jugosos negocios con la URSS como la venta, en 1979, de cereales a esta última potencia, para romper el bloqueo iniciado por EE.UU. en respuesta a la invasión soviética a Afganistán en ese año. Otros sectores del proceso hicieron lo propio por su afinidad con los rivales de la URSS: EE.UU., principalmente, Gran Bretaña, etc. Pero los grandes jefes, los que manejaban la trama, no aparecen nunca.
Casualmente, en estos días, los supuestos progresistas del Gobierno de la Sra. Cristina de Kirchner han hecho aprobar una ley antiterrorista que ya se intentó aplicar a los luchadores contra la Megaminería Contaminante y que pende, como una espada de Damócles, sobre la cabeza de todos los patriotas y luchadores populares, ya sea que luchen por mejores condiciones de vida y de trabajo, como los obreros de Kraft, o por la recuperación de nuestros territorios usurpados por el colonialismo inglés.
La “guerra” antiterrorista del Proceso y la ley antiterrorista actual son excusas para reprimir a quienes se oponen a la entrega y la sumisión nacional, sea a la potencia que sea.
Por lo tanto: ¿No nos están ocultando algo muy grande? ¿No será como el iceberg, que deja tres octavos de su volumen afuera del agua y oculta los cinco octavos restantes?
Llama la atención que tanto aquellos que vociferan contra “el peligro del trapo rojo” así como aquellos que circunscriben las responsabilidades a “todos los milicos”, nunca hablan del papel imperialista de la ex URSS y su penetración política y económica en el país. Imperialista como los otros imperios a quienes también se oculta. Igual que aquellos que reprimieron a la Patagonia sublevada en 1921: reprimieron a obreros que luchaban por sus justos derechos, con la excusa de defender a la patria en peligro, acusándolos de maximalistas y agentes chilenos y se favoreció a terratenientes e intereses ingleses, que aún hoy persisten. Es bueno preguntarse de que lado estuvieron esos intereses en épocas de la justa guerra de 1982.
Otros dicen que ganaron la guerra contra la subversión pero perdieron la guerra política. Pero lo esencial del Proceso ¿era una política nacional independiente o era la política de Martínez de Hoz y sucesores?
¿Puede defenderse la independencia nacional con Martínez de Hoz, Aleman, Cavallo y muchos que después se reciclaron en la etapa “democrática”?.
¿Y si no hubiera sido así? ¿Y si ese golpe hubiera venido a imponer una política de entrega que se continúa hasta nuestros días?
Para “voltear las chimeneas” como dijo, con justeza, la Sra. de Perón en su oportunidad y recuerda, también con justeza, el Dr. Julio C. González, en su reciente libro “M76. Asalto a la Argentina”.
La trampa del Proceso
En realidad, en marzo de 1976, con la excusa de la lucha contra el terrorismo, se derrocó al gobierno constitucional de la Sra. de Perón y se reprimió al pueblo para que no hubiera posteriores resistencias al Plan Martínez de Hoz, política esencial del “Proceso”. Se arrastró a las corrientes nacionales de las Fuerzas Armadas detrás del “Proceso” para aislarlas del pueblo e impedir una unidad explosiva.
¿Qué hubiera pasado si las corrientes militares nacionales unidas al pueblo imponían la defensa del gobierno constitucional?. Se hubiera abierto el camino de una Argentina Independiente, ante la disputa de las potencias de la época: la URSS socialista de palabra y EE.UU. democrático de palabra, pero ambas imperialistas en los hechos.
Hubo una posición patriótica y popular en marzo de 1976: defender al gobierno Constitucional (siendo o no peronistas y a pesar de sus insuficiencias, deficiencias y errores) contra los planes golpistas que impulsaban la URSS y EE.UU. con las coincidencias de las otras potencias.
Esa fue la posición por la que muchos patriotas, peronistas y no peronistas, pagamos con largos años de cárcel y otros hasta con la vida.
Por eso un debate vigente aún hoy es si en 1976 las fuerzas principales de la dependencia y el atraso estaban en el seno del Gobierno de la Sra. de Perón o en el seno de los golpistas.
Y otro debate importante entre los sectores patrióticos es aún hoy el siguiente: En los años ´70 y ´80 ¿había una superpotencia imperialista “democrática”, frente a una superpotencia “socialista” que constituía un “imperialismo ideológico”, como se decía y se dice aún hoy?. En realidad, esa era la falsa apariencia, la autopropaganda de esas dos superpotencias, con la que cada una de ellas trataba de encubrir sus intereses. En esas décadas, en consecuencia, había un mundo bipolar, con dos superpotencias imperialistas en lo político, lo económico, lo militar y lo cultural: EE.UU. disfrazada de defensora de la democracia, y la URSS camuflada de socialista y defensora de los pueblos.
Buscando espacios regionales, y oscilando hacia uno u otro lado de ese mundo bipolar, se ubicaban las potencias de segundo orden.
Aceptar cualquiera de las dos máscaras propagandísticas de la “guerra fría” que abarcó la mayor parte de la segunda mitad del siglo pasado llevaba a la subordinación de las fuerzas patrióticas, democráticas y populares, en función de los intereses de una u otra superpotencia. En efecto, un sector temeroso de la URSS como “imperialismo ideológico” pero sin ver su penetración económica en la región (a la que en ciertos casos jamás denuncia), le “creía” a EE.UU. su disfraz democrático. Otro sector, hacía lo contrario: conciente de la penetración económica de EE.UU., le “creía” a la URSS su disfraz de socialista y protectora de los pueblos. Ambas definiciones llevaban a un camino de derrota: subordinarse a un imperio para combatir al otro. Ambos, de hecho, facilitaron la estrategia de dominación de los imperios.
Así, como es propio de un país dependiente, la disputa por nuestra dominación, en ese mundo bipolar se reflejó en distintas fracciones en el seno y afuera del “Proceso”.
Desde la muerte del General Perón, en junio de 1974, todas las potencias con intereses en la Argentina, trabajaron para el golpe de Estado, y todas ellas acordaron la decisión del 24 de marzo de 1976, como fue hecho público en documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, o como fue visible en las posiciones diplomáticas de la URSS de apoyo al “Proceso”, así como en las relaciones políticas y económicas de Inglaterra, Francia, Alemania, etc. Las viejas y nuevas oligarquías (la agraria, la financiera y la industrial) entrelazadas y subordinadas en la Argentina moderna a una u otra potencia, sólo habían aceptado el regreso de Perón como un factor de atenuación del conflicto social que estallaba en las puebladas, pero no estaban dispuestas a tolerar las medidas nacionalistas que lograba imponer un sector del gobierno.
Así, el grupo militar y civil que se impuso el 24 de marzo de 1976, fue heterogéneo, prácticamente todos los núcleos de poder estuvieron adentro. El sector de los generales Videla y Viola que de inicio lo hegemonizó, estrechó relaciones económicas con la ex URSS, e hizo avanzar a capitales vinculados a esa potencia en el dominio de palancas claves de la economía como el aluminio (Aluar), el acero (Acindar y acuerdos con el grupo italiano Techint), el petróleo (Bridas), medios de comunicación (Clarín), etc. Esta es la verdadera razón por la que el Proceso fue defendido por Moscú y sus aliados en los foros internacionales ante las críticas por violación de derechos humanos. La línea estratégica de este sector fue la confrontación con Chile, que bordearía la guerra en el contexto del Mundial ’78, lo que era coherente con el alineamiento de la dictadura de Pinochet con Inglaterra y Estados Unidos (como se ha sabido después, Pinochet hizo parte de su fortuna como comisionista de armas inglesas). Esto también era expresión de la disputa entre las dos superpotencias de la época (la URSS y EE.UU.) por el control de la confluencia del Pacífico y el Atlántico Sur. (1)
Lo que creaba cierta confusión, en relación al grupo de Videla y Viola, era su “doble discurso”, que tenía que ver con dos cuestiones:
1) Que la URSS consideraba que estaba actuando adentro del “patio trasero” norteamericano, por lo que sus acciones se ubicaban, como definió con precisión uno de los publicistas claves de ese grupo, el Dr. Mariano Grondona, en La Nación: “En Occidente, por ahora…”.
2) Fracasado el golpe institucional que este sector intentó (desplazamiento de la Sra. María Estela Martínez de Perón por el Dr. Ítalo Luder), debió dirimir posiciones con otros sectores influenciados por la “línea dura” que alentaban en esos años EE.UU. e Inglaterra; no había espacio para una “dictablanda”. Que los sectores “amigos” de la URSS no tenían dificultades para hacer lo que hicieron —junto a los “socios” vinculados a otros centros de poder mundial— lo demuestra el genocidio que unos años más tarde hacía Moscú en Afganistán o la dictadura instaurada por los soviéticos en Polonia, con el General Jaruselski, a quien ellos mismos llamaban el Videla polaco. Por otra parte, los jerarcas del Kremlin consideraban a sus inversiones y a sus “amigos” del Proceso como el “ejército principal” en función del cual debía actuar “su ejército secundario”, como cínicamente confesó Mario Firmenich, marcando las distancias entre aquellos dirigentes de las llamadas “formaciones especiales” que trabajaron para desestabilizar al gobierno constitucional, y los ideales de la juventud y el pueblo que aspiraba y luchaba por una patria digna e independiente. Los hechos oscuros en discusión hasta nuestros días que rodean a la muerte del Gral. Aramburu (que denunció el Capitán Molinari y que hoy analizan otros investigadores) y del Gral. Sánchez, son parte de esto; debiéndose recordar que, según distintos analistas, el beneficiario político de aquellas muertes fue el General Lanusse. (2) (3)
De ahí que no hubo diferencias entre los grupos de la dictadura a la hora de desencadenar el genocidio que buscó aniquilar a las organizaciones sociales y a las fuerzas patrióticas y populares, y a una generación de jóvenes (que incluía a militares patriotas) que había madurado en décadas de protesta y rebeldía.
Pruebas al canto: Martínez de Hoz para la misma época (diario La Prensa del 12-11-78) dijo que lo fundamental era el redimensionamiento del Estado y que se liquidarían o privatizarían 39 empresas nacionales y 40 provinciales. “Por ahora avanzamos lentamente, como si fuéramos cuesta arriba; luego en el llano, iremos más rápidamente. Y finalmente, puede ocurrir que vayamos barranca abajo, y a toda velocidad”. Una verdadera premonición de lo que continuarían haciendo los gobiernos gerentes de la dependencia argentina hasta la actualidad.
El Proceso no era el gobierno de la independencia nacional. Era el gobierno cuya política esencial era la de Martínez de Hoz. (4)
En su seno estuvo, en épocas de la guerra de Malvinas, el Dr. Aleman que nunca reconoció que estuvimos en guerra y que siguió pagando la deuda externa a los ingleses mientras nuestros soldados morían en el campo de batalla. También Cavallo y Machinea, entre otros. No podían ser defensores de la bandera nacional este puñado de partidarios de una política entreguista.
Por ejemplo, en momentos en que los atlantistas norteamericanos buscaban un cambio político en Buenos Aires para que un nuevo gobierno se retirara de Malvinas, el sector de Videla y Viola fue derrotista respecto a la recuperación de las Malvinas. Publicaba el diario La Prensa del 12 de mayo de 1982: “Según fuentes gubernamentales locales las numerosas reuniones del embajador [de EE.UU.] Shlaudemann con miembros de la Multipartidaria, peronistas de la llamada segunda generación y gremialistas de distintos colores, apuntan a esa dirección. También las que últimamente habría mantenido con el señor Camilión y otros personajes pertenecientes al denominado grupo Viola-Liendo-Fraga y otros ligados al Proceso, y a militares que en su momento no habrían sido consultados sobre la conveniencia de la recuperación militar de Malvinas”. Y sigue el artículo: “Curiosamente estos sectores [se refiere a los violovidelistas, HM] que nunca se caracterizaron por su entusiasmo pronorteamericano, y tampoco fueron vistos en los Estados Unidos como sus mejores aliados en la Argentina, se están convirtiendo hoy en los campeones de un rápido regreso a las tesis norteamericanas, incluidas las relativas a las Malvinas, y hasta hablan de la posibilidad de un plan Marshall para la Argentina si Buenos Aires acepta retirarse del archipiélago de acuerdo con el proyecto del Sr. Haig”.
Cabe decir que la justa recuperación de nuestros territorios en 1982, con el profundo remezón patriótico que se había producido en el pueblo argentino y en los de los demás países de Latinoamérica y el Tercer Mundo, estimuló el patriotismo en las fuerzas militares involucradas en Malvinas y abrió un curso a los sectores militares de posiciones patrióticas para romper la encerrona a la que había sido conducida esa corriente en marzo de 1976, lo que originó más tarde una crisis en las FF.AA. La posterior represión, persecución y encarcelamiento de los sectores malvineros por los mismos generales procesistas y sus continuadores (como el General Balza que pudo coexistir sin problemas con Menem y después con Kirchner) demuestra que los gerentes (civiles y militares) de todas las potencias que se disputan el mundo tienen claro quienes son los enemigos. Los patriotas (civiles y militares) también debemos tenerlos claro.
El apoyo soviético a Videla- Viola y las relaciones con la URSS
El señor Claudio Escribano, días después del golpe, en su columna política de La Nación había subrayado que los comentarios de la prensa internacional reflejaban un hecho inédito: el golpe era apoyado tanto desde la “prensa seria” de EE.UU. como por órganos oficiales de países del bloque dominado por Moscú. (5)
En noviembre de 1976 se realizó en Buenos Aires una gran exposición soviética (la más grande de las 30 muestras realizadas por la URSS en el exterior en esos años). Una delegación de 65 funcionarios presidida por un viceministro soviético se reunió con autoridades del Proceso para ratificar, cumplimentar y ampliar los convenios firmados por Gelbard con Moscú en 1974 y que no habían sido ratificados por el gobierno de la Señora de Perón. Mucho se ha escrito ya de los vínculos de Gelbard con los soviéticos. Referido al particular papel de Gelbard, Isidoro Gilbert, corresponsal en la Argentina de la Agencia soviética TASS dice en su libro El oro de Moscú, referido a los acuerdos que tejió con Brezhnev: “Todos los hechos confirman que Moscú escuchó (...) la opinión de un hombre que les inspiraba confianza: Gelbard afiliado secreto al Partido “Comunista” de la Argentina. El ministro era para ellos una garantía.” (6)
En realidad, él y otra gente hacía tiempo que habían “pasado” de la órbita del PC a la de testaferros del Capitalismo de Estado ruso, socialista de palabra e imperialista en los hechos con un sistema fascista en el plano interno de ese país. En una noche Videla firmó un decreto por el que concedió 5.000 millones de dólares al Banco de Los Andes de la “multinacional rusa”. (5)
Radio Moscú, mientras destinaba parte de sus emisiones a denunciar los crímenes de Pinochet y otros regímenes dictatoriales pro-yanquis elogiaba o era complaciente con la dictadura de Videla y Viola. Esa actitud soviética era una constante entre marzo de 1976 y diciembre de 1981.
En todos los foros internacionales la URSS y sus satélites apoyaron a la Dictadura en la cuestión de la violación de los derechos humanos, impidiendo su condena. De hecho mientras EE.UU. cuestionaba a Argentina durante el período Carter, la URSS la defendía, demostrando que el sector de Videla-Viola era próximo a estos últimos.
Pero detrás de esos apoyos hubo una creciente relación económica con la URSS. En efecto, una de las consecuencias esenciales de la apertura económica de Videla-Viola y su ministro Martínez de Hoz fue la concentración de nuestras exportaciones en un solo mercado, el de la URSS, en una magnitud que sólo es comparable con la que ostentó el imperio británico. En este punto, y en referencia a como la oligarquía terrateniente argentina se asocia y subordina con cada imperio de turno que le garantice la compra de la producción agropecuaria, conviene advertir la relación que se está tejiendo con China, también socialista de palabra e imperialista en los hechos, en virtud de la venta de soja. Tememos que la crisis internacional vigente, nos lleve a “nuevos” Pactos Roca Runciman, con otras potencias.
Por esos años la URSS, para seguir comprando cereales, exigía incrementar las exportaciones industriales a nuestro país (como lo han hecho y hacen todos los imperios incluida China en el presente). Impuso la venta de trolebuses, construcción de usinas como la de Bahía Blanca y diversas maquinarias que la semidestruida industria argentina (por el plan Martínez de Hoz) podría haber fabricado.
Según un comentario de la Agencia oficial soviética TASS publicado en La Nación el 7 de junio de 1981 “Argentina es hoy el interlocutor más importante de la URSS en América Latina”. El viceministro soviético de Comercio Exterior A. Manzhullo dijo (según fue publicado por Clarín el 8 de abril de 1980) que “Argentina es el principal país, fuera del área socialista, en sus relaciones con la Unión Soviética, dado el monto alcanzado por el comercio bilateral”.
El 10 de junio de 1980 se firmó un acuerdo sobre cereales por el cual el Estado argentino garantizaba a la URSS, hasta 1985, la venta de un volumen mínimo de 4,5 millones de toneladas de maíz y sorgo y 500.000 toneladas de soja. Sobre esa base nuestro país envió a Rusia entre 1980 y 1982, hasta dos tercios de las exportaciones de granos. (5)
Así se tejió antes nuestra relación de dependencia con Gran Bretaña y EE.UU., en ese tiempo con la URSS y hoy también con China. Antes y ahora esos convenios tuvieron con cada imperialismo de turno contrapartes igualmente lesivas para la Argentina en cuanto a penetración económica interna y destrucción de la industria nacional.
El caso Graiver, que estalló en pleno Proceso, desnudó, a través de un hecho policial, la intimidad del bloque hegemónico en la dictadura. Es decir esa alianza tenebrosa que hoy todavía se oculta al pueblo, que unió a Graiver con Gelbard, a Graiver y Gelbard con Firmenich; a Graiver, Gelbard y Firmenich con Videla y que se expresó desde hechos como el “Operativo Dorrego” hasta inversiones conjuntas como Papel Prensa. Inclusive se dio la paradoja de que el crédito del Estado otorgado por la dictadura para cubrir la inversión de Papel Prensa representaba la suma que ese grupo volcaba en los bolsillos de los montoneros, a través de Mario Montoto, el entonces tesorero de la organización, hoy representante de empresas rusas de armas e íntimo amigo del gobierno de los turnos Kirchner. (7)(8)(9).
En el plano militar, en 1979, llegó una misión militar rusa. El teniente General Viola condecoró al Jefe de la misión militar rusa Teniente General Brailko con la medalla de oro del Estado Mayor del Ejército Argentino y a sus acompañantes con la medalla de plata.
¿Se entiende porque la dictadura nunca hablaba de la URSS (tampoco muchos de sus defensores actuales) y sólo del terrorismo “nihilista”, “subversivo”, mientras con esa excusa imponía el terror para impedir toda protesta contra su plan esencial que era el Plan de Martínez de Hoz?.
Las dos verdaderas causas del golpe de 1976
Durante la dictadura y en estos treinta años, a través de los medios de difusión, hay fuerzas políticas que cuando hablan de las causas del golpe de estado dicen que fue porque Perón, en esa tercera presidencia, estaba viejo, enfermo y reblandecido. Y que estaba manejado por un “brujo” que era López Rega y una loca que era la Sra. de Perón. Es decir que ellos dan como motivo del golpe de Estado, que Perón, López Rega e Isabel generaron un gran caos y no hubo otra salida que el Golpe de Estado.
Sin embargo, como se dijo más arriba, el primer objetivo del golpe fue instaurar, con la excusa de la lucha contra el terrorismo, la más sangrienta represión para ahogar en sangre el tumultuoso proceso popular y patriótico que, con puebladas y grandes huelgas, amenazaba los cimientos del sistema oligárquico-imperialista de dependencia y sumisión nacional. Movimiento patriótico y popular que logró, en esos años, conquistas sociales muy importantes como la de frenar la política de entrega y también logró conquistas políticas como fue, para un amplio sector, el retorno del Gral. Perón y su elección como presidente de la Nación por tercera vez.
La represión golpista, que sangró toda oposición patriótica, fue la base que permitió los gobiernos gerenciales y entreguistas posteriores hasta nuestros días.
Para que hubiera un Menem hizo falta esa represión.
El primer objetivo del Golpe entonces fue ahogar en sangre a las fuerzas populares y patrióticas. Cabe decir que en esas luchas populares había dos grandes aspectos en debate.
A.- ¿El blanco principal a golpear era la Sra. de Perón o los golpistas?.
B.- ¿Sólo existía el imperialismo norteamericano y la URSS era la amiga de los pueblos, o la URSS era socialista de palabra e imperialista en los hechos y sus personeros eran los más activos golpistas?. (10)
Lo anterior se expresaba en dos líneas de acción distintas:
1. La que apoyándose en el pueblo pensaba que se debía rescatar la consigna de los patriotas de mayo “ni amo viejo ni amo nuevo, ningún amo” y que por lo tanto entendía que la nueva dependencia con la URSS no favorecería los intereses del Pueblo y de la Patria. Como muestra de ella el dirigente sindical mecánico cordobés Renée Salamanca, detenido – desaparecido el 24 de marzo de 1976, decía en una carta pública por esos años: “Yo estoy contra el golpe venga de donde venga” y agregaba: ”El golpismo más activo y peligroso es el de los amigos de la otra superpotencia imperialista. Los amigos de la URSS: Lanusse, que reprimió en Trelew, Carcagno que reprimió el Cordobazo, Gelbard, el del Pacto Social, gorilas y oligarcas que ven en la URSS su socio”. Salamanca insistía en “no tener ninguna ilusión en los golpistas, porque será un golpe contra los obreros y el pueblo y van a reprimir salvajemente, abrirán un oscuro período histórico como el que vivimos los obreros desde 1955”. Tuvo razón.
2. Otra línea, distinta a la anterior, fue la que tomó como forma principal el terrorismo urbano y consideraba a la URSS como un país socialista que ayudaba a los pueblos. Algunas organizaciones con estas posiciones equivocadas y a causa de ellas, cometieron graves errores políticos y estratégicos, y ubicaron como blanco principal de los cambios revolucionarios en Argentina al empresariado nacional que se expresaba en el gobierno de Perón primero y en el de su esposa después. Calificaron al gobierno peronista como “proyanqui” y presentaban a los sectores de testaferros e intermediarios del imperialismo soviético (como Gelbard) como empresarios nacionales. (7) Es curioso como algunos conservan esas posiciones aún hoy. En el homenaje al General Mosconi realizado en el año 2004, en el Hotel Castelar de Buenos Aires, el entonces Secretario de la Presidencia Carlos Kunkel afirmó que el golpe de Estado comenzó con el desplazamiento de Gelbard, con lo cual se llega al contrasentido de que la propia Presidente María Martínez de Perón sería golpista. La concepción anterior daría asidero a los rumores circulantes en el año 1975 acerca de que si Gelbard no era desplazado y permanecía en el gobierno, el sector vinculado al socialimperialismo ruso prometía desmontar a la inmensa mayoría de las organizaciones armadas.
La línea política errónea mencionada en el punto 2 llevó a golpear centralmente primero a Perón y luego a la Sra. de Perón, con lo que favoreció a los que preparaban el Golpe de Estado. Algunos de sus dirigentes trabajaban abiertamente para ese objetivo, como se vio en el “Operativo Dorrego”, ocultando esos objetivos a miles de jóvenes que querían cambios revolucionarios que aseguraran una Argentina Independiente y popular. El sector golpista prosoviético operaba dentro de las FF.AA. a través del violovidelismo y como “quinta columna” en las organizaciones populares. Una vez más sectores proimperialistas y proterratenientes pudieron instrumentar a una parte del pueblo para hacer pasar sus planes golpistas.
Los prosoviéticos usaron sus posiciones para el asalto a cuarteles, las ejecuciones de dirigentes sindicales, el asesinato de militares, incluso de tenientes, suboficiales y soldados. Era una presión para que el Ejército saliera a la calle. Una pinza que hicieron esos sectores imperialistas al gobierno constitucional para obligarlo a claudicar.
En esa pinza reside uno de los secretos de lo que pasó en la Argentina de 1974 a 1976.
De esta manera se logró también arrojar a sectores patrióticos de las fuerzas armadas a los brazos de los golpistas. ¿De que otra manera un oscuro General como Videla hubiera podido liderar el golpe?.
Es decir, lo que siempre se dice respecto a los golpes del ‘30 y el ‘55 acerca de que las manos imperialistas manipulaban a la izquierda y la derecha, en el golpe del ‘76 fue algo claramente articulado no tanto por EE.UU. como se dice, sino principalmente por la mano que hegemonizaba los preparativos golpistas: el socialimperialismo soviético.
Podríamos sintetizarlo en la frase: No hubo dos demonios; hubo un solo demonio: los imperialismos y sus aliados internos.
Frente al accionar descripto más arriba, un sector del peronismo impulsó la línea de enfrentar “aparato contra aparato” (en lugar de movilizar ampliamente al pueblo contra el golpe en ciernes) y se creó en vida de Perón la “Triple A” para la represión parapolicial “antisubversiva”, y sectores fascistas de ese gobierno heterogéneo pasaron a la acción (López Rega, Ivanisevich, etc.). Esto favoreció la aparición luego de otras organizaciones “anticomunistas” dirigidas por fuerzas golpistas proyanquis y prorrusas, algunas también bautizadas como Triple A. Se desató así, aprovechando la situación, una ola de asesinatos a dirigentes obreros y populares y de dirigentes peronistas y no peronistas muchos de ellos reconocidos por su defensa del Gobierno Constitucional y con una clara posición antigolpista, como el Intendente Cartier de La Plata. (11)
El segundo objetivo del golpe de 1976, en el que coincidían EE.UU., la URSS y otros imperios, era desplazar al Gobierno de la Sra. de Perón. No por sus debilidades e ineficiencia sino por sus posiciones que, aunque tibias e insuficientes, eran de corte nacional.
Los golpistas necesitaban remover a ese gobierno que, aunque de manera débil y vacilante y con sectores reaccionarios en su seno, era opuesto a sus planes. Entre las medidas que irritaban a los golpistas se encontraban la anulación de los contratos de Aluar (el negociado del monopolio del aluminio realizado por Gelbard) y la negativa a comprar la Ítalo. Este último era un negocio armado por el Ministro de Economía Gelbard con los empresarios Soldati y Graiver, que luego se concretaría durante la dictadura. También el Gobierno de Isabel argentinizó la Siemens y la ITT creando las condiciones para una política nacional de comunicaciones. Nacionalizó las bocas de expendio de Shell y Esso, mantuvo el control estatal de Frigorífico Swift, que era la principal empresa de la carne en Argentina y desarrolló una política nacional en los ferrocarriles y el petróleo. Concedió la Ley de Contratos de Trabajo, con al jornada de 8 horas para los trabajadores rurales y el personal doméstico, y firmó el decreto que permitió la reconquista de las 6 horas por trabajo insalubre para los trabajadores de la destilería YPF en Ensenada. También aprobó la Ley de Jardines Maternales y no firmó préstamos con el Fondo Monetario Internacional. (10)
El papel de la corriente nacional de las Fuerzas Amadas
Un balance verdadero del golpe de Estado de 1976 es necesario para el pueblo en general pero en particular para la corriente nacional y patriótica de las FF.AA. Porque muchos integrantes de la misma fueron arrastrados al golpe de 1976, de la misma manera que ocurrió en 1930, en 1955 y en 1966. Creyeron que defendían el orden frente a la anarquía. Pero el orden era el orden de los imperios, el orden de la entrega y la sumisión nacional que se continúa hasta hoy. Paradójicamente muchos creyeron que luchaban contra la URSS y en realidad los principales jefes que los comandaban (Videla, Viola, Villareal) estaban al servicio de ella.
Interesa el balance que haga la corriente nacional y patriótica de las FF.AA. porque a lo largo de la historia argentina esta corriente ha cumplido un importante papel. Desde los albores de nuestra patria ha sido así: en los momentos en que se vislumbró más cercana la perspectiva de ser una Nación verdaderamente soberana estuvo presente la triple confluencia del pueblo luchando, aun con las armas, por sus derechos conculcados, las fuerzas políticas de diverso origen ideológico unidas por una voluntad patriótica, popular y democrática y los militares patriotas que también confluyeron.
Es preciso repetirlo una y otra vez: para hacer posible lo nacional debe unirse a lo popular y lo democrático. Y lo popular y lo democrático no puede realizarse sin la independencia nacional. Ha sido un drama, muchas veces provocado, la separación entre estas grandes cuestiones. En lo más profundo de nuestra historia se entrelazan estas banderas. Juntas mostraron la salida en encrucijadas claves escribiendo las mejores páginas de nuestra vida como Nación. (12)
Es hora, entonces, de confluencias patrióticas y populares. De ponernos de pie y echarnos a andar como Nación. Tarde o temprano, esa unidad patriótica y popular, impondrá una Argentina independiente como país, emancipada como Nación, con una democracia grande y verdadera donde se satisfagan los deseos del pueblo.
Acá no hubo una guerra
Se esgrime que en el 76 hubo una guerra, como la de España del 36-39, con un millón de muertos; pero acá no hubo nada de eso. Acciones como la de Monte Chingolo, que desembocó en una masacre, fueron “cantadas” (con la colaboración del Gobernador Calabró, golpista videlista, al servicio del sector afín a los rusos) para levantar el “prestigio” de Videla que había quedado debilitado por el intento de golpe del Brigadier Capellini. El drama fue que algunos de los “cerebros” de esa operación eran una “quinta columna” que respondía al mismo centro de dirección que lo proyectaba a Videla. Aquí no hubo guerra civil, hubo una dictadura que implantó el Plan Martínez de Hoz que todavía sufrimos, que arrasó con las conquistas del movimiento obrero y popular, que destruyó la industria nacional y que para hacerlo secuestró, torturó, asesinó a miles y miles de argentinos.
Además, previamente, el grupo militar de Videla y Viola (parte de las “tres V” junto con Villareal que, notoriamente, el propio Partido “Comunista” levantaba como grupo “democrático” del Proceso) fue el responsable del desplazamiento del General Numa Laplane de la conducción del Ejército, integrante de la corriente nacional, que con su línea del Profesionalismo Integrado era un obstáculo para el Golpe del 76, ya que se oponía, tal cual dijo en uno de sus discursos, “a los eternos románticos del Golpe de Estado”.
¡Vaya si tenían claro al enemigo!
Las trampas del sistema: Nuevas opciones falsas
Con las jornadas del 20 y 21 de diciembre de 2001, no sólo cayó el gobierno gerencial de De la Rúa. También se estremeció el sistema. Se demostró que había otra opción frente a la eterna elección entre gobiernos gerenciales de los intereses antinacionales, y golpes de Estado que imponían gobiernos gerenciales de los mismos intereses. El pueblo percibió que se abría un camino para imponer su voluntad nacional y popular demostrando que lo que ocurre en toda América también ocurre aquí.
El gobierno quiere aparecer como de centro izquierda frente a opositores que se muestran como de centro derecha pero, con leves matices, todas las variantes del sistema que se ofrecen coinciden en lo esencial.
El turno gubernamental de los Dres. Kirchner ha sido el que más pagó la deuda externa usuraria, ilegítima y fraudulenta; sigue siendo permisivo con la extensión del latifundio y la extranjerización de la tierra. Acaba de dictar una ley antiterrorista destinada a aplicarse a los patriotas y luchadores populares. Y, en el último año, una docena de luchadores populares han sido asesinados por “amigos” del gobierno. Se apoya a la Megaminería contaminante y expoliadora. Se vuelve, en la Cuestión Malvinas, a la política aplicada en 1977 por el grupo Videla-Viola, y se mantienen los Acuerdos de Londres y Madrid, bases de nuestra indefensión nacional.
En suma, se continúa transformando a nuestra gloriosa Nación en una republiqueta sojera, minera, petrolera, pesquera subordinada al mundo de los “globalizadores”. Y se pretende hacer pagar la crisis al pueblo. Como siempre...
La desobediencia debida
Ningún militar patriota, por principio, debe aceptar el principio de la obediencia debida. Si un presidente, comandante de las fuerzas armadas, ordena la perdida de un territorio que nos pertenece, ¿se podrá argumentar que un militar le debe obediencia en ese acto que sería traición a la Patria?.
El General Manuel Belgrano, abogado, economista avanzado para su época, militar por exigencias de la revolución y creador de la bandera, fue sobre todo un gran desobediente a las órdenes que afectaban la causa de la Independencia. En efecto, cuando el grupo de terratenientes y comerciantes del puerto le ordenó retroceder desde el norte, sacrificando la mitad del territorio a su propia seguridad, para seguir en sus negocios, Belgrano desobedeció cuatro veces, colocándose en la insubordinación, y no retrocedió avanzando hacia la victoria de Tucumán.
También San Martín fue un desobediente, negándose a participar en las guerras civiles entre hermanos y continuando con su plan liberador.
En suma, las fuerzas patrióticas deben evitar que los engaños de los gobiernos gerenciales de turno logren dividir el movimiento popular democrático del movimiento patriótico, haciéndolos caer en las trampas preparadas para ambos. Las Fuerzas Armadas y de Seguridad no deben ser usadas para la represión e inteligencia interna contra el Pueblo, como se ha descubierto recientemente.
Siempre se busca provocar a los sectores patrióticos para separarlos del movimiento popular democrático.
Los enemigos de la Patria saben porqué. La maniobra les ha dado resultado muchas veces.
El balance del 24 de marzo de 1976, el conocimiento total de los hechos, es imprescindible para no caer en esas trampas.
Es decir, hoy es muy importante desnudar lo que verdaderamente ocurrió en el Golpe de 1976, porque el gobierno, dando versiones parciales, busca utilizar la justa causa de los derechos humanos para cubrirse de un barniz democrático y avanzar, con su doble discurso, para continuar su política de entrega y sumisión nacional.
Los soldados, la suboficialidad y oficialidad patriótica y democrática son parte del pueblo. Ellos deben estar presentes el día de la cita para lograr la independencia inconclusa, la segunda y definitiva Independencia Nacional.
Para que sea cierto lo que dice el Himno Nacional:
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán
La Colonia y las mismas murallas
Del Tirano en la Banda Oriental
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo argentino triunfó
Aquí el fiero opresor de la Patria
Su cerviz orgullosa dobló.
Los revolucionarios de la Guerra de la Emancipación nos dejaron como enseñanza que romper las cadenas de la opresión y desarrollar una conciencia patriótica y popular son las únicas bases en las que es posible asentar nuestra defensa como Nación.
La lucha del pueblo argentino por la segunda independencia nacional, con la participación en ella de los patriotas militares, como Mosconi y Baldrich, como San Martín y Belgrano, como Arenales (español de origen pero que luchó toda su vida por la Independencia Americana), como Bolívar y Artigas, como Perón y el Teniente Coronel Adolfo Phillipeaux, edificará los cimientos de las Fuerzas Armadas del nuevo Estado Nacional y Democrático. El desarrollo económico y tecnológico independiente será la base para la producción para la defensa (Fabricaciones Militares, industria aérea, astilleros, etc.) y la organización de una Defensa Nacional Popular Integral con la concepción que integra los cuerpos profesionales con el pueblo en armas para la Defensa de nuestras tierras, nuestros mares y nuestro espacio aéreo y, principalmente, de lo más importante de nuestro patrimonio nacional: nuestras mujeres y nuestros hombres. Nuestros hermanos.
Horacio Micucci
24 de marzo de 2012
(Sobre las mismas ideas del artículo publicado hace 6 años, en 2006, y con las mismas ideas de quien fue partícipe de la lucha antigolpista desde antes del Golpe de 1976 en defensa de la Independencia Nacional, la Soberanía popular y una Democracia Grande para el Pueblo).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Micucci, H. La situación internacional durante la Guerra de Malvinas. Cuadernos para el encuentro en una hueva huella argentina Nº 19. Págs. 48-53. 2005.
2. Pigna, F. Lo pasado pensado. El caso Aramburu. Págs. 167-181- Editorial Planeta. 2005.
3. Alonso, J. ¿Quién mató a Aramburu?. Editorial Sudamericana. 2005.
4. Foro Patriótico y Popular. Año 1. Nº 6. Octubre de 2005.
5. Echagüe, C. El socialimperialismo ruso en la Argentina. Págs. 7-61 y 164-257. Editorial Ágora. 1984.
6. Gilbert, I. El oro de Moscú. Pág. 13. Editorial Planeta. 1994.
7. Brega, J.. ¿Ha muerto el comunismo?. Conversaciones con Otto Vargas. Págs. 249-296. Editorial Ágora. 2ª edición actualizada. 1994.
8. Semanario Hoy, servir al pueblo. Nº 1095. 14/12/05.
9. Capdevila, I. El caso Graiver. Editorial Ágora. 1984.
10. Roldán, J. Así luchamos contra el golpe. Colección La década del setenta. Págs. 8-18. 2000.
11. Gastiazoro, E. Historia Argentina. Introducción al análisis económico y social. Tomo IV. Págs. 203-299. Editorial Ágora. 2004.
12. Micucci, H. La política es la guerra por otros medios. Cuadernos para el encuentro en una hueva huella argentina Nº 21. Págs. 70-81. 2005.
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