jueves, 15 de septiembre de 2011

UNIVERSIDAD: SÓLO SE RECIBEN 6 DE CADA 100 INGRESANTES

REFLEXIONES...
por Horacio Micucci

Dentro de mil años, los que estudien nuestro tiempo seguramente dirán: ¡que época tan extraña!. En lugar de ser un placer, estudiar era casi un castigo, una carrera de obstáculos para los pocos que llegaban a la Universidad…
El estudio no era un derecho inalienable de los seres humanos, se ponían toda clase de obstáculos a los estudiantes. Obstáculos económicos, geográficos, culturales, pedagógicos.
No se promovía el estudio y la investigación, necesario para la independencia nacional y el bienestar del las personas, sino que se lo desanimaba…
La pedagogía partía de las ideas y no de la práctica…
Los que debían trabajar (la mayoría) no podían o les era difícil estudiar. Debían viajar lejos para formarse, muchas veces alejarse de su familia y de su terruño en lugar de arraigarse en el lugar que los vio nacer para entregar el fruto de sus conocimientos nuevos allí...
Los que abandonaban el estudio, por las dificultades, eran culpados por ello y se los llamaba “desertores del sistema educativo”, en lugar de llamarlos como lo que en realidad eran: EXPULSADOS DEL SISTEMA EDUCATIVO.
Analizando esa expulsión los sesudos gobernantes del sistema educativo los culpaban de la expulsión… por vagos.
¡Las víctimas eran transformadas en culpables!
Dirán los historiadores del futuro: Era el reino del revés… “Me dijeron que en el Reino del Revés nada el pájaro y vuela el pez, que los gatos no hacen miau y dicen "yes" porque estudian mucho inglés.”.
Del autor de estas líneas, Horacio Micucci, a sus hijas, casi como un cuento antes de dormir, cuando eran pequeñas, hace algunas décadas… ¡Nada ha cambiado!



Más abajo de estas líneas se transcribe una noticia: las estadísticas surgidas de la Secretaría de Políticas Universitarias de nuestro país, según las cuales sólo se reciben el 6% de los que ingresan a la Universidad Pública.

En el artículo que se transcribe, funcionarios emiten opiniones… reconocen que poco saben de las causas y, soterráneamente, se deslizan argumentos que casi… culpan a los alumnos por aquello de lo que son víctimas.

Eufemísticamente, se dice que se deja la universidad porque se consigue trabajo y se puede volver después a ella (¿fácilmente?...) y se oculta, en un pase de prestidigitación que envidiaría René Lavand, que se abandona la Universidad Pública para trabajar y sostenerse económicamente, porque, para la minoría que tiene acceso a la Universidad, se hace imposible mantenerse sin trabajar.

La Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA reconoce oficialmente que los alumnos tardan más de ocho años en promedio, para recibirse en sus carreras, o sea a no menos de 26 años de edad, lo que significa, en una facultad donde los horarios de cursada presuponen que el alumno no trabaja, que la familia lo ha podido mantener hasta esa edad. Mi actual yerno pudo comprar una campera con la que renovó aquella con la que lo conocí a los 17 años, recién… cuando se recibió. Esta es la realidad de la mayoría universitaria, que a su vez, es minoría ya que pocos jóvenes de nuestro pueblo pueden ingresar a la Universidad. Algunos más tienen la “suerte” de llegar al secundario y la primaria. La mayoría “mira con la ñata contra el vidrio” a la Universidad, a la educación... y al pollo, que se asa lenta, tentadora y casi eróticamente, en la rotisería…

En un estudio de la Universidad Nacional de La Plata de 2002, que analiza las causas del rendimiento estudiantil dice: “El origen del financiamiento es una variable estadísticamente significativa: el mayor rendimiento corresponde a los estudiantes que se financian con beca y aporte familiar, luego los que tienen sólo beca de estudio, luego trabajo personal y aporte familiar y finalmente aporte familiar.” Es decir que, estudiando el rendimiento estudiantil, es significativa la diferencia entre los que tienen resuelta la cuestión económica de alguna manera sobre los que deben trabajar como único sostén, que ni figuran en la estadística.

La promoción que ingresó, para estudiar bioquímica, en 1963 a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata era de unos trecientos estudiantes. A los seis años estipulados para la carrera sólo se habían recibido tres. Yo ingresé en 1964. Éramos otra vez unos trecientos. A los seis años, en 1970, sólo nos recibimos once. La experiencia sufrida en esos años, más el derrocamiento de Illia por la Dictadura de Onganía, Levinston y Lanusse, fueron para mi y para muchos otros el acicate para la militancia estudiantil primero y docente después. Años más tarde me enteré que a Milstein, premio Nobel argentino por su descubrimiento de los anticuerpos monoclonales, le había pasado lo mismo.

Las recientes estadísticas de la Secretaría de Políticas Universitarias, que mencionamos, demuestran que esto no ha cambiado. Todo lo contrario, ha empeorado.

Un artículo de La Nación de febrero de 2011, dice: “Menos del 10 por ciento de los que se inscriben sale de la universidad después de siete u ocho años con un título debajo del brazo. El resto abandona los estudios o los prolonga indefinidamente. El fenómeno, conocido como "desgranamiento", es según el fundador de la Academia Nacional de Educación y rector de la Universidad de Belgrano, Avelino Porto, "un flagelo que afecta tanto a la universidad estatal como a la privada y que viene agobiando al país desde hace tiempo".”

Desgranamiento…, elegante palabreja, para analizar asépticamente lo que se debiera llamar expulsión de los que menos medios económicos tienen (con esa imparcialidad flemática que permite mirar el sufrimiento de los estudiantes más pobres y sus familias con frialdad no comprometida).

Las protestas estudiantiles chilenas mostraron a la luz del día una concepción universitaria elitista, para pocos… los que pueden. Algunos autores argentinos se apresuraron a destacar la diferencia con lo que ocurre en nuestro país… con ingreso irrestricto. Un sesudo artículo de Adriana Puigros así lo destaca. Lo transcribimos en un mail anterior y volvemos a hacerlo.

Sería interesante confirmar la siguiente cifra: alrededor del 40% y más de “desgranamiento” se produce dentro de los primeros tres años de estudio (incluido el CBC en la UBA). ¿ingreso irrestricto o expulsión, limitación, educación para pocos?. ¿Será una nueva muestra del doble discurso?.

Magia que sorprendería al mago David Copperfield. Prestidigitación que sorprendería a René Lavand.

Destacados comunicadores sociales (Neustad entre ellos) y ¿prestigiosos? investigadores nos han dicho, desde hace años, que sobran profesionales, que sobran médicos, por ejemplo. Lo llamaron con otra frase majestuosa: “Plétora profesional”.

Pero esa empecinada realidad que se empeña en desdecir a los charlatanes, vino a traer la epidemia de Dengue y la Gripe A y … crujieron y colapsaron el sistema privado y público de atención. ¡Terca realidad que no comprende “los relatos” de los ideólogos!.

Era lógico que así ocurriera. ¿No dijeron que hacía falta un médico cada mil habitantes y con eso sacaban la conclusión de que sobraban unos ochenta mil médicos?.

¡Mal cálculo, señores académicos de la limitación!. Desaprobados. ¡A estudiar de nuevo la Regla de Tres Simple!. Si hace falta un médico cada mil habitantes, con cuarenta millones de habitantes, hacen falta cuarenta mil médicos. Pero, como resulta que esos médicos tienen que dormir, comer y descansar, trabajando ocho horas diarias hacen falta tres médicos cada mil habitantes y uno más para los feriados y domingos, para un sistema de atención primaria como el que postula la OMS. O sea, cuarenta mil multiplicado por cuatro: ciento sesenta mil médicos. El Ministerio de Salud tiene registrados unos ciento veinte mil médicos. Nos faltarían cuarenta mil más. Y no hemos contado a los especialistas. Ni hablemos si redujéramos las ocho horas de labor a seis horas para tener tiempo para la actualización continua. Harían falta más de doscientos mil médicos… si la salud fuera también un derecho inalienable. En Argentina dicen que hay un médico cada 327 habitantes, pero en el Congreso Bioquímico del Sudoeste Bonaerense, en 2005, el experto cubano Wilfredo Torres dijo que en Cuba había un médico cada 161 habitantes y que necesitaban más.

Lo mismo pasa en Argentina, si analizamos el caso de los ingenieros en sus distintas especialidades, que resulta que, ahora faltan.

Para una Argentina convertida en una republiqueta sojera, minera, petrolera, pesquera no hacen falta profesionales. Sólo unos pocos para hacer los relevos de la casta de funcionarios e ideólogos de la sumisión nacional y la depredación del pueblo y nuestras riquezas.

De allí que elitismo educacional es dependencia y cipayismo. Y democratización de la enseñanza es Independencia nacional y Soberanía popular. Y Federalismo.

Un dato más de la realidad. Un amigo mío, bioquímico que vive en la lejana Abrapampa (Jujuy), cuando sus hijos tuvieron que ir al secundario debió mandarlos a la capital de la provincia. Para que los niños no se quedaran solos, su esposa fue a vivir con ellos. Ergo su esposa e hijos vivían en San Salvador y él en Abrapampa. Se veían los fines de semana. Disgregación matrimonial. Cuando los hijos pudieron ingresar a la Universidad emigraron a Buenos Aires donde mi amigo tenía familia. Nuevo desarraigo y diáspora. El ejemplo permite ver el desarraigo del lugar de origen, que pierde a los nuevos profesionales que encuentran mejores posibilidades en Buenos Aires. Ya se sabe, Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. Entonces promover que los jóvenes estudien allí donde nacieron y vuelquen allí sus conocimientos es promover el federalismo. El verdadero, no el de palabra. El federalismo artiguista, si se me admite el adjetivo.

Para terminar y no repetir, más abajo se reproduce mi disertación en el Congreso Pedagógico de SUTEBA Berazategui hace unos meses. Mis hijas suelen decir que, con los años, cada vez me parezco más a Doña Cora, ese personaje de Gasalla, que cuenta una y otra vez su lesión en la cadera.

¿Serán los años o es que nos quejamos siempre de las mismas cosas porque no se resuelven las necesidades de la Patria y del Pueblo?. Necesidades que duelen una y otra vez. Como la cadera de Doña Cora…

Horacio Micucci



En la Universidad pública, sólo 6 de cada 100 alumnos se reciben


(De INTERNET – AGOSTO DE 2011)


El dato fue difundido por la Secretaría de Políticas Universitarias en el Encuentro Nacional por la Educación, llevado a cabo esta semana en la Universidad Nacional de Córdoba. Éste y otros puntos fueron analizados para buscar revertir las bajas tasas de graduación del sistema universitario.

En el Encuentro Nacional por la Educación “Balances y Desafíos”, realizado esta semana en la Universidad Nacional de Córdoba, se difundieron datos al menos alarmantes para el sistema educativo superior de nuestro país. La Secretaría de Políticas Universitarias ofreció sus estadísticas con el objetivo de discutir las políticas a seguir por la comunidad educativa superior. Uno de los datos analizados, y eje del encuentro, indica que solo 6 de cada 100 alumnos que ingresan a la universidad pública se reciben.

Además, del mismo análisis surgió que del 25,5% de los alumnos que en 2009 se reinscribió en las casas de estudios ninguno rindió una sola materia el año anterior. La Universidad Nacional de Córdoba está por encima de la media nacional (28,7%); están por debajo las universidades de Río Cuarto (19%) y Villa María (16,6%).

Profundizando en las estadísticas la SPU señala que un 14,2% de los reinscriptos rindió una materia el año anterior; mientras que aquellos estudiantes que tienen un ritmo óptimo de cursado (entre cinco o seis materias por año), apenas representan el 24,2% del total.

En la conferencia “Universidad, ingreso, retención y graduación”, la rectora de la Universidad Nacional de La Patagonia Austral, Eugenia Márquez, consideró ante estas cifras que muchos alumnos dejaron de estudiar porque consiguieron un buen trabajo, aunque reconoció que el sistema de información de las universidades no alcanza a visualizar qué está pasando con los estudiantes en realidad. No obstante, destacó que muchos alumnos dejan momentáneamente sus estudios sabiendo que pueden retomar en cualquier momento, porque en las universidades estatales no se extingue nunca la condición de alumno.

Por su parte, Juan Carlos Geneyro, miembro de la Coneau (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria), coincidió con el planteo de Márquez y agregó que habría que flexibilizar el sistema de cursado, o, en todo caso, analizar diferentes formas de llevar adelante una carrera, aprovechando las nuevas tecnologías.

El dato fue difundido por la Secretaría de Políticas Universitarias en el Encuentro Nacional por la Educación, llevado a cabo esta semana en la Universidad Nacional de Córdoba. Éste y otros puntos fueron analizados para buscar revertir las bajas tasas de graduación del sistema universitario.




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